Caída y auge de la fealdad humana.
Todo empezó con un estudio financiado por la CID (Compañía Internacional Dermoestética). Ese estudio, multinacional, estableció un patrón oro de belleza para cada raza humana creado por una IA. Las personas que se situaron más allá de dos desviaciones estándar de ese patrón fueron clasificadas como dismórficas (aunque el común de la gente lo simplificó con un adjetivo más familiar: feas). Un riguroso análisis estadístico demostró que las personas dismórficas (un 8,6 % de la población general) tenían un riesgo significativamente mayor de pobreza, suicidio, muerte precoz, depresión… que las personas canónicas. Y esta diferencia se mantenía incluso después de hacerse una corrección por la edad, situación social… y otros potenciales factores confusores. Reproduzco aquí unas declaraciones del CEO del CID: “Es una evidencia científica que la dismorfia constituye un serio problema de salud pública, y mi compañía está comprometida para actuar mejorando la calidad de vida de los pacientes...