La dopamina se paga con bitcoins.

Después de una breve comida con mi mujer, me dirijo al ordenador para conectarme al metaverso. Debo aclarar que soy un 50/50, una persona que divide equitativamente su tiempo entre el mundo real y el virtual, aunque la frontera entre ambos se está haciendo cada vez más difusa. Mi mujer es 30/70 y está cerca de alcanzar el tope fijado por la ley: no se puede estar más del 80% del tiempo en el metaverso, porque cuando se alcanza ese límite se produce la DF (desconexión forzada). Aunque sea superfluo, diré que el tiempo que cada persona habita en la realidad virtual es variable dentro de todo el espectro posible: están los objetores, que nunca entran en la realidad virtual, y los ausentes, que sobreviven en el mundo real a través de las cada vez más poderosas ESVs (empresas de soporte vital básico), que cubren sus necesidades más elementales: comida, sanidad, limpieza corporal... El dinero fluye de un entorno a otro con naturalidad, y las criptomonedas que se ganan en el metaverso se pued...