Las 7 señales del médico blandengue.
Don Camilo enumeraba 9 señales para identificar a los hijosputa en su novela “Mazurca par dos muertos”: el pelo ralo, la frente hundida, la cara pálida, la barba por parroquias, las manos blandas, húmedas y frías, el mirar huido, la voz de flauta, el pijo flácido y doméstico y la avaricia. Fabián Minguela, el Moucho, el asesino del famoso relato, tenía las nueve señales del hijoputa. Ahora que me fijo, llevo resignadamente alguna de estas marcas, pero no pienso especificar cuál o cuáles (no, esa de momento, no). Sin embargo, me avergonzaría lucir alguna de las marcas del médico blandengue:
1. Evitación. El médico blandengue hará lo posible por huir del paciente en medida de sus posibilidades. Una estrategia habitual es refugiarse en las técnicas diagnósticas y terapéuticas (ecografía, endoscopia, hemodinámica, etc). Se trata de evitar un contacto íntimo con las preocupaciones y con el sufrimiento de los enfermos. Una frase habitual en este contexto es “ya le haré el informe, su médico le explicará el resultado de la prueba”.
2. Chamberlainismo o contemporización. Como seguramente sabrán, Neville Chamberlain fue un primer ministro británico que pasó a la historia por su afán negociador con Hitler, quien despreció olímpicamente todas las concesiones que tan amablemente estaba dispuesto a hacer. El médico blandengue evitará cualquier discusión y tratará, en virtud del “buen rollo”, de esquivar confrontaciones con otros compañeros, aún cuando esté seguro de que éstos no tienen razón y que la consecuencia podría ser perjudicial para el paciente.
3. Victimismo. El médico blandengue, convertido en una plañidera de bata blanca, clamará contra el exceso de trabajo, contra la falta de medios, contra los modales de los pacientes, y contra la incomprensión de jefes y directores. Por supuesto, como ocurre con todos los victimistas, será difícil escucharle alguna frase de autocrítica.
4. Autocompasión. El médico blandengue se siente injustamente tratado. Se lamenta de que sus méritos, que él mismo considera indiscutibles, no son reconocidos por sus superiores ni por sus pares, todos ellos, faltaría más, corroídos por la envidia.
5. Exclusividad humanística. El médico blandengue, como un nacionalista con la bandera, se refugiará en el humanismo, en el trato con el paciente, en la empatía con el enfermo y mantendrá con voz firme y con orgullo que “la medicina es un arte”. Todo esto está muy bien, pero no es algo elogiable, tratar a un paciente con respeto y educación es algo básico, no un signo de virtud. El problema reside en que este tipo de médico insólitamente hará un esfuerzo en mejorar su formación, no pasará tardes o fines de semana estudiando, investigando o perfeccionando sus habilidades técnicas.
6. Sumisión. El médico blandengue rara vez se atreverá a contestar una opinión o una decisión injusta que proceda de la jerarquía superior. Su miedo a la represalia le hará permanecer mudo, incluso en los casos en los que esté convencido de un error manifiesto.
7. Bajismo. El médico blandengue aprovechará cualquier lesión banal, real o fingida, para solicitar y prolongar una baja laboral. Si alguien, por casualidad, se atreviese a reprocharle su conducta, contestará con frases del tipo “para lo que me pagan” o “nadie me va a hacer una estatua el día que me jubile”.
Creo que estas señales son
patognomónicas, y es posible que me deje alguna en el tintero. El nivel de
blandenguería se incrementa con la suma de cualquiera de estos signos y una
puntuación de 7 puntos indica el máximo grado que un médico puede alcanzar. Una
puntuación ≥1 es ya injustificable y este test se puede usar como autocrítica:
mejorar siempre es posible.
1ª parte:
ResponderEliminarEstimado señor L.A:
Leer su última entrada ha sido como encontrar una grabadora con mi nombre y al ponerla en marcha escuchar una voz ronca y metálica diciendo: "Hola xxxxxx. Quiero jugar a un juego". Como buen cinéfilo seguro que ha reconocido la referencia a Saw, una de mis sagas favoritas. Por si no la conociera le comento: un ingeniero civil con "problemillas de salud" comienza a juzgar a la gente que le rodea. Si cree que están desperdiciando su vida o actuando de forma inmoral, les somete a un juego del que pueden salir airosos aunque el precio suele ser elevado y en sangre. Su profesión de ingeniero le otorga facilidad para construir artilugios de tortura que hubieran hecho las delicias de cualquier inquisidor, dando lugar a muertes creativas y desde el punto de vista médico bastante correctas. Es el tipo de película ideal para ver en un mal día.
Acepto el reto. Me someteré al test "¿Eres un médico blandengue?". Que empiece el juego:
1. Evitación. Suscribo sus palabras y las aumento. Los médicos blandengues ya no tienen que escudarse tras informes y derivaciones, ahora poseen una auténtica arma de destrucción masiva: la "ATENCIÓN TELEFÓNICA". No digo que no pueda tener una cierta eficacia, limitada a dudas puntuales de los pacientes, o trámites burocráticos, pero utilizarlo de forma sistemática va en contra de todo lo que representa ser médico. Según la RAE, "atención" es la acción de atender; y "atender" en su 5ª acepción significa "mirar por alguien o algo, o cuidar de él o ello". ¿En serio se puede cuidar de un paciente por teléfono?. ¿Sin leer el lenguaje no verbal, sin mirarle a los ojos y sin explorar?. No señores, la atención telefónica es muy útil en las estadísticas de calidad asistencial y dará al médico blandengue la impresión de gran carga de trabajo. Y sin duda genera trabajo, pero la mayoría de veces estéril: no sirve para diagnosticar al paciente. Si un paciente me llama y me dice que "le duelen los riñones" ¿a qué se referirá?. (Se sorprendería de los lugares que me han señalado los pacientes al hablar de sus "riñones"). ¿Tendrá un cólico nefrítico? ¿Una lumbalgia? ¿Un herpes zóster?. Los médicos blandengues dirán que deben protegerse de un posible contagio por coronavirus y atender presencialmente sólo lo imprescindible. Cada vez que un sanitario me habla de miedo al contagio noto cómo se ingurgita mi yugular. ¿Durante la carrera no se dieron cuenta de que iban a tratar con pacientes, que los pacientes tenían enfermedades y que alguna de estas enfermedades eran contagiosas?. En mis tiempos universitarios había una asignatura que se llamaba "infecciosas", ¿eso no les dio una pista?. En los años 80 se empezaba a hablar de una enfermedad llamada SIDA. Poco se sabía de cómo funcionaba, cómo se transmitía o cómo se trataba. Sabían que mataba a gente, a medio o largo plazo y cuando empezaron a haber tratamientos el precio de alargar la vida era a costa de importantes efectos adversos. Pero los médicos no corrieron a esconderse detrás de un teléfono, siguieron atendiendo a sus pacientes con los pocos EPIs que tuvieran, y con dos cojones. Esos médicos deben sentirse avergonzados de sus colegas blandengues y sin duda les recomendarían que dejaran la profesión y se dedicaran a algo más acorde a sus aptitudes, como por ejemplo la filología etrusca.
2. Chamberlainismo. A ver, señor L.A., no hay que ser belicosos (aunque quizás mi argumentación del primer punto le haya podido dar otra impresión). Uno se puede discutir con Fulanito por ser un roñica que nunca paga el café, pero por un diagnóstico o un tratamiento no. Para eso existe la bibliografía en forma de guías de práctica clínica, artículos... (usted de esos tiene unos cuantos). Las discusiones en el instituto se acababan con un "yo la tengo más gorda"; ahora no hace falta ni discutirse, basta con decir "mi evidencia es más grande".
2ª parte:
ResponderEliminar3. Victimismo. No puedo estar de acuerdo con sus palabras. ¿Conoce algún médico que se queje de "falta de trabajo" o de "exceso de medios"?. Pues por algo será. No es victimismo reclamar más personal o más medios para mejorar la atención al paciente; los modales de los pacientes (unos pocos pero que hacen mucho ruido) están simplemente a la altura de la sociedad actual, frustrada, cansada y asustada por lo que está cayendo y en cuanto a la incomprensión de los jefes y directores... pues depende del jefe. Hace años observé un fenómeno universal en todas la profesiones al que bauticé como "El poder amnésico de los despachos". Escoja un profesional de cualquier área acostumbrado a trabajar en "las trincheras", dele un cargo medio-alto y métalo en un despacho. En menos de una semana empezará a exigir a sus ex-compañeros aquello de lo que él mismo se quejaba. Si alguien se lo intentara recriminar indefectiblemente le respondería: "Yo jamás he dicho tal cosa". Siempre me ha maravillado tal transformación, es casi una metamorfosis. También he observado que el plazo de transmutación es menor si el despacho dispone de moqueta y/o alfombra, aunque no he llegado a averiguar por qué. Y que conste, mi matización hacia los jefes en absoluto se refiere a usted: en su despacho no hay moqueta. Respecto a la autocrítica... En mi caso no me cuesta hacer autocrítica, me cuesta corregir ciertos errores, pero con el tiempo a todo se aprende.
4. Autocompasión. Me reí mucho con este punto, me hizo gracia la expresión "corroídos por la envidia". Está bien tener el reconocimiento de iguales y superiores, pero ¿sabe qué es mejor?: el reconocimiento de los pacientes. Saber que has hecho bien tu trabajo y que la persona que tienes enfrente lo sabe y te lo agradece. Esa corriente de amor al prójimo que se establece, por un momento, me devuelve la fe en la humanidad. Luego llego a casa, veo las noticias y se me pasa, pero fue bonito el rato que duró.
5. Exclusividad humanística. Me acuso. No en cuanto al trato al paciente que intento sea siempre cordial y empático, sino al estudio. Es cierto, debería estudiar más, y no hay excusas, siempre hay un momento que uno puede dedicar a consultar alguna duda pero acaba jugando al "Candy Crush" o en mi caso al "Farm Heroes saga", que viene a ser lo mismo pero con frutitas. Ya voy por el nivel 2904. Soy consciente de que me estoy ganando un punto en el test, pero la gracia estaba en hacer un ejercicio de sinceridad.
3ª parte:
ResponderEliminar6. Sumisión. Señor L.A., es fácil tener esa postura desde la estabilidad que le ofrece su plaza fija (indiscutiblemente merecida). No lo digo con acritud, sino como un dato objetivo: no es lo mismo tener plaza en propiedad que tener cargas familiares y un contrato de tres meses renovable. La réplica obvia a mi comentario sería: "Niña, preséntate a una OPE y sácate una plaza", pero dudo que responda tal cosa, a usted no le gusta seguir el camino fácil y obvio y me decepcionaría que algún día lo siguiera. Mi puntuación en este ítem carece de interés en la actualidad: mi trabajo ahora mismo es relativamente estable y no tengo discrepancias con mis jefes. Pero en el pasado, cuando tenía contratos de 3 ó 4 días no podía contradecir a los directores de centro y debía permanecer muda ante situaciones que eran claramente injustas. Ahora le voy a contar un secreto: hay una técnica milenaria que le puede ser muy útil en estas situaciones y le animo a que cuando se le acerque algún idiota la utilice. Primero mire al sujeto en un punto intermedio entre la frente y el entrecejo, la mirada directa a los ojos puede considerarse agresiva. Segundo, ponga cara de Póker (aunque ahora con la mascarilla este punto no es tan necesario). Tercero, no escuche nada de lo que le diga, la estupidez es contagiosa, pero asienta fingiendo interés a intervalos de entre 3 y 5 segundos. Cuarto y más importante: después haga lo que de la real gana. Le invito a que salga de su zona de confort, la asertividad, y utilice este recurso al menos una vez al día: encontrará que estos pequeños actos de rebeldía pueden resultar igualmente satisfactorios e incluso pueden hacerle esbozar una sonrisa.
7. Bajismo. Completamente segura de que no cumplo tal criterio. He tenido bajas durante mi vida laboral y han estado plenamente justificadas, pero esto no es una virtud: es lo que se debe hacer. Seguro que lo ve cada día a su alrededor, no sólo en sus compañeros, sino en sus pacientes. Hay gente que acude a su puesto en condiciones que no debería trabajar y gente que utiliza cualquier excusa para no solo no acudir al trabajo, sino además conseguir alguna ventaja económica. ¿Acaso ningún paciente le ha dicho: "Bueno, pero hágame un informe a ver si me dan una paguita"?. Si la respuesta ha sido negativa, es claramente una anomalía estadística. Debe ser verdad que vivimos en una sociedad de extremos: los que se dejan la piel y los que siguen la ley del mínimo esfuerzo. Los médicos bajistas a los que se refiere no son mas que un reflejo de estos últimos.
Fin del juego. La "trampa para osos invertida" está cernida en mi cabeza y el temporizador está en marcha. He respondido a las preguntas del test con total sinceridad. Ahora tiene que deliberar si soy digna de salvarme o no. ¿Parará el cronómetro y me liberará del mecanismo para que pueda aprender de mis errores y conseguir mi redención?. ¿Considerará que mi grado de blandenguería es irreversible y dejará que el dispositivo cumpla con su función?. John Kramer tenía cierta clemencia con aquellos que eran sinceros, espero que L.A. "JIgsaw" también la tenga.
Usted decide.
Estimada señorita:
EliminarEmpezaré reconociendo el imperdonable error de no haber visto la serie a la que alude en su brillante respuesta a mi modesta pero infatigable cruzada contra la blandenguería médica. Trataré de remediarlo en cuanto tenga un respiro, me gusta esa idea de la vida como un juego y también aprecio a las personas que actúan en base a unos valores. Repasemos sus argumentos:
-Creo que en la evitación tenemos un pleno acuerdo. Sólo discrepo en recomendar que los médicos blandengues se dediquen a una disciplina vital como la filología etrusca. Yo pensaba que su destino final estaba en los servicios de admisión o documentación clínica, donde hacen menos daño.
-Creo que yo soy menos comprensivo con los pactistas a ultranza. Ojalá la evidencia científica sirviese para zanjar una discusión médica, pero al final te das cuenta de que no es una discusión médica sino personal, y en el terreno personal tener la razón sirve para bien poco, de hecho en ocasiones es contraproducente (las personas que casi siempre aciertan resultan odiosas...esto daría para otro breve discurso). Los capaces de mantener una discusión científica fuera del terreno personal son minoría y, en consecuencia, no quedará más remedio que entrar en el cuerpo a cuerpo o dar media vuelta. Y esto, estimada, nunca.
-Victimismo: no puede ser más acertada la descripción de la metamorfosis que sufren algunos "neogestores", algo generalizado con alguna excepción como mi amigo Peter. Pero no está dispuesta a reconocer que abunda el victimismo entre las batas blancas? Es cierto que hay que pelear por mejorar las condiciones de trabajo, pero siempre después de haber hecho todo lo posible por cumplir con el deber (en mi opinión). Es posible que mi intransigencia con el victimismo venga de innumerables reuniones con médicos de urgencias y de atención primaria. Es fatigoso escuchar siempre quejas sobre el exceso de trabajo y falta de medios cuando no usan muchos de los que tienen y triplican los días de libranza que tenemos muchos...en fin, trataré de verlo de otra forma cuando vuelva a escuchar lo mismo, pero no prometo nada. Incluso estoy dispuesto a adoptar el método que usted me recomienda o incluso refugiarme en mi vida interior mientras escucho la consabida retahíla de lloriqueos.
-Autocompasión. Me alegro de haberle provocado una sonrisa. Es curioso, casi se podría decir que "every doctor´s gotta hungry heart", necesitado de cariño y reconocimiento. El de los pacientes es, sin duda, el más valioso, pero a menudo no basta para llenar la cesta.
-Exclusividad humanística. ¿Recomienda usted ese juego de ordenador? ¿Ejerce algún efecto relajante sobre el estresado espíritu de una médica? Aunque siempre aposté por otras formas de relajación, quizás debería probar esa...
-Sumisión. Tiene razón, es más fácil ser valiente cuando se está seguro que en el alambre. Pero piense que quizás pueda ser también una forma de ser y que una vez que se empieza ya no se para. Primero la plaza fija, después una jefatura, por qué no la consellería... "El valiente muere una vez, el cobarde muere mil veces" (WS).
-Bajismo. Nada que objetar. Lo peor de un bajista es el desprecio que muestra hacia sus compañeros, que tendrán que hacer su trabajo "a mayores". He conocido a algunos que incluso presumían de ello. ¿Cómo actuar en ese caso? ¿Reirles la gracia o llamarles "bajistas?
Creo que usted ha pasado brillantemente el test y, sobre todo, me ha hecho pasar un muy buen rato leyendo su respuesta. Agradecimiento eterno.
1ª parte:
EliminarEstimado Señor L.A.:
Me dirijo a usted para ofrecer una contrarréplica o bien alguna matización de mis respuestas:
1.- Evitación: pretendía enviar a los blandengues a estudiar filología etrusca para alejarlos lo máximo posible de los pacientes, pero si a usted no le molestan en documentación clínica me parece correcto.
2.- Chamberlainismo: debo confesar que tengo unos archivos mentales excesivamente compartimentados, lo cual a estas alturas de la vida, aún no se si es un defecto o una virtud. Puedo tomar un café con alguien a quien no le permitiría que me pusiera el fonendo encima y hay gente que prefiero tener a cierta distancia pero pondría mi vida en sus manos en la mesa de quirófano. Me sorprende que la gente no sepa separar al médico de la persona, por eso me cuesta comprender cómo una discusión médica, iniciada en aras del bien de un paciente, llega a convertirse en una discusión personal. También reconozco que nunca me he visto en tal tesitura, pero en ese caso suscribo su actitud, y no retrocedería un solo paso. A veces debemos marcar nuestro territorio y hacer saber a los de nuestro alrededor que "quien a hierro mata, a hierro muere".
3.- Victimismo: reconozco que hay mucho victimista suelto bajo batas blancas y bajo muchos otros uniformes; ¿está dispuesto a reconocer la posibilidad de que alguno de los que se le han quejado de exceso de trabajo pueda tener algo de razón?... Por cierto, si algún día se anima a probar la técnica que le recomendé le ruego me haga saber el resultado. Ardo en deseos de saber cómo se ha manejado fuera de su zona de confort.
4.- Autocompasión: reconocimiento de propios, de superiores, de pacientes... No importa, son motivaciones que nos ayudan a mejorar y todas me parecen igual de válidas.
5.- Exclusividad humanística: nuevamente me ha hecho sonreír. A ver... en estos momentos voy por el nivel 2945. Si no lo encontrara entretenido y relajante ¿cree que habría llegado a dicho nivel?. Puedo notar que en su avispada mente ha saltado una señal de alarma, así que le ahorraré el trabajo: me he pasado 44 niveles desde mi anterior misiva. Antes de que corra a buscar la "trampa para osos invertida" y me la vuelva a colocar en la cabeza permítame decirle que he cumplido mi parte del trato: he aprendido lo que es la medicina PMI (googleelo si lo desconoce, se echará unas risas), estoy informándome de la validez del índice Homa y me he puesto al día con las recomendaciones de la redGDPS (nada nuevo bajo el sol). Respecto a otras formas de relajación... se me ocurren unas cuantas, pero o son ilegales o requieren compañía. No me importa bordear la frontera de la ilegalidad cuando considero que puede haber una injusticia (las diferencias entre ley, justicia y moral podrían hacer correr ríos de tinta), pero nunca la he cruzado con fines recreativos o por disfrute personal. Y las que requieren compañía tienen la desventaja precisamente de requerir compañía, y ya sabe que a veces eso no es posible: existen obligaciones profesionales (guardias, congresos...) y también hay obligaciones o circunstancias personales que no siempre nos permiten darnos a la otra persona. Otras veces, simplemente nuestro estado anímico nos hace preferir la soledad a la compañía, en la vida todo tiene su momento y su lugar. ¿Le recomendaría a usted el "Farm Heroes Saga"?... pues sinceramente, no le veo. Ante la duda, descárguelo, no tiene nada que perder, excepto 5 minutos de su preciado tiempo.
2ª parte:
Eliminar6.- Sumisión: no tengo la menor duda de sus aptitudes y contará con el apoyo de muchos si es lo que desea, pero la palabra "consellería" ha hecho que un escalofrío recorriera mi espalda. Encerrarle en un despacho me parece tan desolador como contemplar un halcón en una jaula de oro. Usted, Señor L.A., ha sido diseñado para volar del pase de la mañana a consultas externas, pasando primero por planta, no para permanecer en un despacho con alfombra, tras una mesa de roble y con las alas recortadas. Porque no se engañe: se las recortarían, siempre habría alguien que le haría "una oferta que no podría rechazar". Pero parte del escalofrío se debe al hecho de que aunque confío plenamente en sus buenas intenciones no hay que olvidar que es usted un ser humano y por lo tanto, por definición, no puede ser incorruptible. Anakin acabó devorado por el lado oscuro de la fuerza; Frodo (soy consciente de que era un hobbit, espero me perdone la licencia poética), en el último momento, decidió no lanzar el anillo en el Monte del Destino... ¿Me asegura que será invulnerable ante "El poder amnésico de los despachos"?. ¿Seguro que no acabará seducido por el tacto suave y rancio de la moqueta?.
7.- Bajismo: no pretendo que le ría la gracia a algo que no la tiene en absoluto, en eso estamos de acuerdo, pero me gustaría aportarle otra perspectiva. Cuando le dije que había encadenado contratos de 3 ó 4 días, ¿adivina de dónde provenían?. Exacto, de las bajas laborales de otros. No es agradable sentirse como un buitre carroñero a la espera de que caiga un compañero para poder ocupar su puesto. Durante ese tiempo cubrí bajas de diversa índole y pude sentir la rabia de saber que estaba cubriendo a un "bajista", la tristeza de cubrir alguien con un proceso oncológico y la alegría de suplir una baja por maternidad. Pero incluso en este último caso el sabor en mi boca era agridulce: todos sabemos cuánto dura una baja maternal, pero mi contrato se renovaba de mes en mes. Aún así era una privilegiada: muchos de mis compañero tenían contratos "semanales", es decir, con inicio en lunes y finalización en viernes. Con esto quiero decirle que quizás su guerra contra los "bajistas" sea una batalla perdida, pero aún le queda un premio de consolación: se apartará un médico desmotivado y quizás (sólo quizás) su plaza la ocupe alguien que realmente ame su trabajo.
3ª parte:
EliminarMe despido halagada por su "agradecimiento eterno" y me alegro de que le gustara mi anterior réplica. También soy consciente que ésta es más melancólica y dudo que pueda arrancarle una sonrisa. Esta misiva fue escrita después de leer su entrada "Recetas para una sanidad enferma". Soy consciente de que expone medidas más que válidas para enfrentarnos a lo que se nos viene encima, es un "post" sensato y científico en el que poco puedo aportar o matizar. Pero lo que para usted es "lo que se debe hacer", para mí representa "lo que se pudo hacer y no se hizo, lo que pudo ser y no fue". Hemos vivido una primera ola, hemos perdido mucho (unos a nivel económico, otros a nivel personal), y sin embargo, no hemos aprendido nada. Estamos en la segunda ola, sabemos que vienen días oscuros y aún así veo a gente con la mascarilla bajada y reuniones de no convivientes. Sólo me queda esperar que no caiga nadie a mi alrededor.
Esta vez la figura que me escoltó mientras leía sus líneas fue Dante. Juntos hemos caminado, dos pasos por detrás de Virgilio y hemos llegado a la puerta en cuyo dintel reza el lema "aquellos que entráis aquí, abandonad toda esperanza". Somos conscientes del horror que hallaremos tras ella, pero debemos atravesarla, lo haremos juntos. Y esta será la imagen que me acompañe dentro de un rato, cuando cierre los ojos e intente dormir. Pero a pesar de disfrutar de la lectura de una obra maestra como "La divina Comedia", a estas alturas ya se habrá dado cuenta de que mi corazón no le pertenece a la literatura, sino al cine. Por eso, mañana cuando despierte y abra los ojos, pensaré en una de mis películas favoritas y sentiré un cosquilleo en la comisura de mis labios, un travieso cosquilleo que me hará fruncir los labios para finalmente silbar. Seguiré el sabio consejo de los "Monty Python", ya sabe: "Always look on the bright side of life".
Sin ánimo de entrometerme en este acompasado y brillante pas de deux, no quiero dejar de señalar la referencia cinematográfica nuclear que creo que anima este valiente artículo: esa estilización moral que arranca en el Wayne fordiano, transita por el Eastwood de Siegel, pasa por el inefable Chuck Norris y culmina la construcción estética del concepto de blandenguería en el añoradísimo Fary. :)
ResponderEliminar