Reflexiones sobre "El olvido"
El olvido.
No es tu final como una copa vana
que hay que apurar. Arroja el casco, y
muere.
Por eso lentamente levantas en tu mano
un brillo o su mención, y arden tus
dedos,
como una nieve súbita.
Está y no estuvo, pero estuvo y calla.
El frío quema y en tus ojos nace
su memoria. Recordar
es obsceno,
peor:
es triste. Olvidar es morir.
Con dignidad murió. Su sombra
cruza.
Siempre me gustó este poema de
Aleixandre, y no me resulta sencillo desgranar los motivos por los que se
asentó en mi memoria. Aunque siempre es una tentación encontrar el significado
en los versos de un poema, en este poeta supone un reto de singular dificultad.
Aleixandre es un maestro de la metáfora, recurre con frecuencia a las
paradojas, se expresa en verso libre, y está adscrito a la corriente
surrealista. Quizás debería detenerme en la impresión que me causan, en qué
sensaciones suscita en mí, y con ello sería suficiente… pero no puedo evitar
especular sobre el sentido oculto.
El poema está escrito en segunda
persona, se dirige a alguien, o a algo, un concepto quizás (el propio olvido).
Es una exhortación (“arroja el casco y muere”, es decir, deja de luchar,
abandónate) y una descripción de lo que ocurre o bien ocurrirá si la persona a
quien interpela el poeta es persuadida para ejecutar su demanda. Pero el último
y famoso verso, tantas veces citado (“con dignidad murió, su sombre cruza”) se
dirige a nosotros, a los lectores, y suena firme e inmutable como un epitafio. Es
un cierre, se nos dice que el acto ya ha sido llevado a cabo.
La interpretación inmediata es
acogerse al título, el olvido. La primera estrofa, los dos primeros versos,
hablarían de la dificultad de olvidar y del arrojo que requiere librarse del
fardo de la memoria. La segunda estrofa,
versos del tercero al noveno, describen la dificultad (“lentamente levanta”) y el
dolor que conlleva el acto (“arden”, “quema”). Contiene figuras literarias como
la anáfora (“está y no estuvo, pero estuvo y calla”) o la paradoja (“está y no
estuvo”, “el frio quema”), pero lo que parece más contradictorio es “recordar
es obsceno, peor: es triste. Olvidar es morir.”. Esta contradicción es sólo aparente,
porque es cierto que un recuerdo puede ser triste u obsceno, que lo aconsejable
sea borrarlo, pero ya que, en cierto modo, somos lo que nuestra memoria nos
dicta, el olvido puede ser considerado una forma de muerte, al menos parcial.
Es posible que otras personas
consideren que éste es un poema de amor. La interpretación sería más o menos la
misma, pero en este caso subyace la necesidad de olvidar un amor desgraciado, un
acto difícil y doloroso y que, de ser consumado, elimina una parte de la vida
del sujeto exhortado por el poeta.
Pero yo me siento tentado a evocar en
las palabras de Aleixandre una incitación al suicidio. El suicidio como una
forma digna de morir, el último y verdadero acto de libertad de la existencia
humana. Así lo entendió también Vila-Matas, que en su relato “Las noches del
iris negro” hacía grabar el último verso del poema en las tumbas de un grupo de
personas que había fundado algo parecido al “club de los suicidas” de Stevenson.
La primera estrofa, y el verso “arroja el casco y muere”, sería la invitación a
un acto valeroso, que debe vencer todas las contrariedades descritas en la
segunda estrofa para, finalmente, alcanzar la dignidad y el olvido. Me he
preguntado muchas veces si el suicidio es una derrota o una victoria. Y creo
que nos equivocamos cuando interpretamos que todos los actos de autoinmolación
son iguales. Un suicidio es indigno si su motor impulsor es el miedo o el
sufrimiento por un hecho concreto y la persona es incapaz de superar la
situación. Pero puede ser digno si alguien, de forma reflexiva, interpreta que ya
no es capaz de dotar de sentido a su vida, algo muy bien desarrollado por
Cormac McCarthy en “The sunset limited”.
Es imposible saber cómo reaccionaremos
llegado el momento, pero espero que nuestras sombras crucen con dignidad.
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