Acerca de la esencial distinción entre lo “humano” y lo “blandengue”.


Entre mis amigos y yo existe una especie de consiga: sólo es imperdonable aquello que se hace por maldad (sabiendo que es dañino para otra persona) o lo que se hace por “blandenguería”. La palabra “blandengue” necesita explicación. Surgió de una famosa entrevista al Fary (https://www.youtube.com/watch?v=ZGo3eIc0rYA) en la que expone (en un tono claramente casposo y machistoide) su opinión acerca de cómo debería ser el comportamiento de un hombre con una mujer. Quien no conozca esa famosa intervención no tiene más que pinchar en el enlace, pero podría ahorrárselo echando un vistazo al ideario de VOX. Lo cierto es que el término fue ganando presencia entre nosotros a lo largo del tiempo y su significado se fue puliendo con el uso reiterado, apartándose de su interpretación inicial, adoptando nuevas acepciones y consolidándose como un vocablo indispensable en nuestras conversaciones para nombrar una persona o conducta que nos desagrada. ¿Qué significa entonces ser “blandengue”? Trataré de explicarlo. Creo que todos, en mayor o menos medida, tenemos unos objetivos en la vida, algunas metas a las que nos gustaría llegar y que, aunque coinciden en muchos casos, pueden variar entre las diferentes personas (fama, amor, dinero, amistad, excelencia profesional, …). Y también tenemos unos valores, casi siempre adquiridos a través de la educación, del ejemplo de los padres y amigos o de las películas y libros que nos han influido a lo largo del tiempo. Estos valores (sinceridad, honestidad, perseverancia, generosidad, empatía, etc) también pueden variar de individuo a individuo. Todos sabemos que conseguir los objetivos es complicado y que unos valores firmes nos pueden ayudar a ello en algunos casos, no en todos.
Bien, pues un “blandengue” renuncia a su verdadera naturaleza y a sus objetivos porque le resulta más cómodo, porque considera excesivos el esfuerzo o el riesgo que le supone perseguirlos.  Y aquí la comodidad juega un papel fundamental, es algo que tiene una enorme importancia y un peso que crece a lo largo de la vida. Nunca se debe infraestimar la comodidad, es la razón de muchas de nuestras decisiones cotidianas. La “blandenguería” tiene entre nosotros ese significado de “rendición” de “renuncia” a los objetivos, de conformismo comodón, algo de lo que hay que apartarse. La “blandenguería” tiene nefastas consecuencias en la vida personal, porque renunciar a un objetivo esencial es, en cierta forma, envejecer, pero también tiene indeseables consecuencias en la política (podríamos recordar las infames negociaciones de Neville Chamberlain con el régimen nazi o las infructuosas cesiones del estado español a algunas Comunidades Autónomas con el ridículo deseo de “apaciguarlas”). Un acto de “blandenguería” es un acto consciente y quien lo comente asume las consecuencias. Y hay muchas religiones o doctrinas filosóficas que podríamos llamar “evitacionistas” (“procura no desear nada o ello te llevará antes o después a la frustración”) como el budismo o el estoicismo que están muy arraigadas en nuestra educación y conducen a la “blandenguería”. Los “blandengues” no arriesgan, no se comprometen porque huyen del posible sufrimiento. Pero me temo que esa huida te aparta finalmente de la vida.  
La utilización de “humano” también merece un comentario. Siempre me ha parecido triste que su empleo se reduzca a situaciones negativas. Nadie dice que ganar un premio Nobel sea “humano”, o que lo sea marcar cinco goles en una final de la Champions. Pero sí se dice de alguien que ha cometido un error, que se ha abandonado a la bebida, o que se ha gastado más dinero del que tiene en un BMW descapotable. Lo más curioso de todo es que lo “humano” despierta simpatías en los demás. Somos empáticos con lo “humano” porque nos reconocemos en ello. Un acto “humano” pone de relieve nuestras imperfecciones, nos podemos ver reflejados en él y seguramente alguien “perfecto”, alguien que no comete muchos errores, terminará siendo antipático para las personas de alrededor. Nos equivocamos, erramos, pero somos conscientes de ello y en nuestro interior está el deseo de hacerlo mejor la próxima vez. No dejamos a un lado nuestros objetivos o valores, simplemente no hemos estado a la altura en un momento concreto. Es un fallo puntual, pero no es “blandenguería”.
Por todo esto, seamos comprensivos con lo “humano” cuando es algo negativo, pero no limitemos su significado y aplaudamos lo “humano” cuando es algo meritorio. Con lo “blandengue” seamos intransigentes o nos traicionaríamos a nosotros mismos; mis amigos de “miedo y asco” estarán de acuerdo con ello.

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