Por qué el asma.
Hoy en día es
imposible alcanzar un nivel de experto en cualquier especialidad considerada de
forma global. Un neumólogo deberá conocer lo fundamental de toda la patología
respiratoria, pero sólo podrá investigar o ser referencia en una de sus
numerosas áreas. Yo caí en el asma por casualidad. De hecho, hice mi tesis
sobre ventilación no invasiva en el síndrome de hipoventilación-obesidad, un
tema que estaba muy acorde con la filosofía del servicio donde había hecho la
residencia (Hospital Marqués de Valdecilla en Santander). Pero hace ya
bastantes años, un laboratorio farmacéutico organizó una red europea de
"neumólogos con proyección". La idea era reunirse periódicamente para
perfeccionar la habilidad de dar charlas en inglés y, al mismo tiempo, hacer
contactos para futuros proyectos de investigación. Y más que contactos hice
verdadera amistad con alguno de mis compañeros (de hecho, de ahí surgió el
germen que años más tarde eclosionaría en el grupo "miedo y asco",
del que hablaré en otro momento). Sin embargo, yo llegaba a esas reuniones sin
publicaciones debajo del brazo, sin ningún mérito específico en asma y me
sentía algo así como el más tonto de la clase cuando analizaba lo hecho por mis
colegas ingleses, noruegos o italianos. De hecho, era el más tonto de la clase,
y mis primeras aproximaciones en la investigación clínica sobre el asma
tuvieron como finalidad, única y exclusivamente, evitar vergonzosas
comparaciones. La idea del primer proyecto clínico surgió de un gallego
presidente por entonces de la Sociedad Española de Patología Respiratoria
(SEPAR), que me retó a idear un estudio cuyo acrónimo homenajease a nuestra
comunidad de origen. Eso no fue complicado y rápidamente me vino a la cabeza el
CAMARON (Control del Asma Mediante el Análisis Regular del Oxido Nítrico). Lo
difícil fue diseñar un estudio ad hoc, llevarlo a cabo y publicarlo en una
revista prestigiosa. Pero fue divertido.
Debo agradecer
el caluroso recibimiento que me hicieron los colegas que se dedicaban por
entonces al asma, no olvidaré su generosidad. Y como me trataban bien, allí me
quedé. Fue otra buena no-decisión, porque es una enfermedad fascinante con la
que a lo largo del tiempo me he ido familiarizando desde el punto de vista
teórico y clínico. Y también es una enfermedad muy gratificante, con un
desarrollo terapéutico vertiginoso que nos ha permitido controlar a asmáticos
graves que quedaban fuera del alcance del arsenal hasta entonces disponible.
Sé que es muy
técnico para la mayoría, pero no puedo evitar la tentación de utilizar una
entrevista reciente para exponer lo que yo creo que está de actualidad en el
mundo del asma.
1. ¿Qué novedades en el manejo del paciente
asmático veremos previsiblemente en los próximos años?
Creo que debemos
diferenciar asma leve y asma grave, porque sus implicaciones son muy diferentes
en cuanto a limitación de calidad de vida para los asmáticos. Los fármacos
inhalados disponibles en la actualidad (en especial, los corticoides inhalados)
son muy eficaces para controlar el asma leve. El problema en esta situación
clínica es el incumplimiento, que supera el 50% de los casos. Los nuevos
inhaladores incorporarán sistemas para registrar objetivamente el cumplimiento
y es posible que una estrategia basada en el uso a demanda de un corticoide
inhalado y un broncodilatador mejore el control de asmáticos que no son capaces
de seguir un tratamiento regular. En el asma grave se impondrá una evaluación
personalizada del paciente, basada en objetivos concretos y “características
tratables” para cada caso. La incorporación de nuevos fármacos biológicos nos
ayudará a comprender mejor la biología del asma grave y podremos ofrecer una
gran mejoría clínica a estos pacientes. Sería deseable, además, que el
seguimiento de los asmáticos graves recayese en unidades expertas.
2. ¿Qué es la medicina personalizada?
Es bien sabido
que el asma es una enfermedad biológica y clínicamente heterogénea. Con la
intención de aprehender esa variedad se han elaborado muchas guías de práctica
clínica, que han ayudado a mejorar el control global del asma. Sin embargo, las
guías no proporcionan una gran ayuda en el tratamiento de situaciones concretas
y, por ello, a lo largo de los últimos años han surgido muchas iniciativas para
clasificar a los pacientes en grupos más homogéneos, de acuerdo con fenotipos y
endotipos de la enfermedad. Esta estrategia ha logrado éxitos notables que han
permitido la incorporación de tratamientos eficaces en el asma grave (ejemplo:
los anti-IL5). Sin embargo, los endotipos del asma tampoco son homogéneos y,
además, pueden variar a lo largo del tiempo en un mismo paciente. Además, hemos
podido comprobar que pacientes con un perfil clínico e inflamatorio propicio
para responder a un fármaco biológico concreto (ejemplo: asma eosinofílica de
inicio tardío) no responden al tratamiento como cabría esperar. Por todo ello,
es necesario avanzar un poco más y ahí es donde se hace necesaria la medicina personalizada.
Es posible que en un futuro las “ómicas” permitan una caracterización más
exacta de la biología del asma en individuos concretos, pero incluso en ese
caso, se deberán tener en cuenta la personalidad y situación social del
asmático (pueden influir en el cumplimiento, comorbilidades, factores
agravantes…) y una forma de hacerlo es contemplar qué objetivos terapéuticos y
“características tratables” están presentes en cada caso. La medicina
personalizada, por tanto, es un concepto inclusivo que tiene en cuenta la
biología del asma pero también el entorno del individuo.
3. ¿Qué objetivos y rasgos tratables se
deben considerar en el asma?
De nuevo, es
conveniente separar el asma leve del asma grave. En el primer caso, el objetivo
principal será evitar exacerbaciones y, de forma secundaria, reducir los
síntomas. La principal “característica tratable” en este caso es el
incumplimiento. Por lo tanto, las medidas terapéuticas deben ir enfocadas a
mejorar el cumplimiento terapéutico o bien adoptar estrategias que incorporen
fármacos anti-inflamatorios “a demanda”. En el asma grave los objetivos son más
numerosos, porque las repercusiones sobre la calidad de vida de los pacientes
son más graves. Son objetivos claros: retirar los corticoides orales por su importancia
iatrogénica, evitar las exacerbaciones y controlar los síntomas. Dudosamente,
también lo es mejorar la función pulmonar, porque ésta podría ser considerada,
no un objetivo en sí mismo, sino una característica tratable. Son
características tratables en el asma grave: el cumplimiento terapéutico, la
obstrucción bronquial, la inflamación “T2-alta” y la alergia, las
comorbilidades, los factores agravantes (en especial el tabaco y los causantes
de asma ocupacional) y la infección crónica de estar presente.
4. ¿Cómo es la historia natural del asma?
Es bien sabido
desde los años 90 que el hecho de tener asma supone en sí mismo un factor de
riesgo para una desmedida pérdida de función pulmonar con el paso de los años.
Esto es válido también para el asma leve. Otros aspectos relevantes de la
historia natural de la enfermedad son menos conocidos.
-¿Se puede curar
el asma? En general, el asma no es una enfermedad que pueda curarse, salvo
algunos casos (no todos, ni mucho menos) de asma ocupacional o alérgica con la
evitación del estímulo causal concreto.
-¿Se puede
modificar la gravedad? Se sabe que la intervención terapéutica puede reducir la
gravedad del asma, pero no está tan claro que un asma leve en su debut pueda
convertirse en asma grave con el paso de los años, salvo que medie un cambio en
su biología (por ejemplo, por acción del tabaco, de la contaminación ambiental
o por una infección crónica).
-¿Se puede
inducir una remisión completa del asma sin necesidad de mantener un
tratamiento? Si entendemos remisión como cese de síntomas, exacerbaciones y
normalización de la función pulmonar, la respuesta es sí, esto se ha visto en
asma infantil y en asma ocupacional. En un porcentaje cercano al 50% de
pacientes tratados largo tiempo con omalizumab, este tratamiento ha podido ser
retirado sin empeoramiento (carecemos de perspectiva temporal con otros
biológicos) a corto plazo, aunque en este último caso lo habitual es que el
asmático necesite medicación inhalada, por lo que no podría hablarse
propiamente de remisión. Si entendemos como remisión ausencia de actividad
inflamatoria, no hay evidencia de que esto se pueda conseguir.
5. ¿Cómo se puede modificar la historia
natural del asma leve?
Hoy en día
sabemos, en gran parte gracias a los estudios CAMP (Childhood Asthma Management
Program), que existen diferentes patrones de desarrollo pulmonar en niños con
asma leve. Dos de estos patrones reflejan un crecimiento pulmonar reducido
desde la infancia temprana y otros dos describen pérdida acelerada de función
pulmonar después de la edad de 20 años. Por lo tanto, sería importante
identificar a los niños con riesgo de maduración pulmonar deficiente para
actuar en su prevención mediante la evitación de desencadenantes (tabaco,
polución), mejora del acceso a los cuidados médicos, adecuado tratamiento del
asma y rigurosa medición de su cumplimiento. En los años 90 se pusieron en
marcha estudios diseñados para modificar la evolución natural del asma, uno de
los cuales fue el citado CAMP, que reclutó más de 1000 niños de 5 a 12 años con
asma leve o moderada y los randomizó para recibir budesonida, nedocromil o
placebo durante 4-6 años. En el análisis inicial no se encontraron diferencias
significativas entre los brazos de tratamiento activo y el brazo de placebo al
cabo de 2 años en la variable principal (FEV1 posbroncodilatación). Sí se
comprobó una mejoría significativa del FEV1 prebroncodilatación, de la
hiperrespuesta bronquial y del control de los síntomas. El tratamiento inicial
con corticoides inhalados no influyó en el FEV1 alcanzado a los 13 años de
seguimiento. El estudio START incluyó a más de 7000 niños y adultos con asma
leve de reciente inicio (< 2 años) para evaluar si un tratamiento con
budesonida (versus placebo) mejoraba la evolución de la enfermedad. Al cabo de
2 años, el grupo de tratamiento activo tenía mejor función pulmonar, menos
síntomas y menos exacerbaciones, pero después de un periodo adicional de 5 años
de tratamiento abierto, no se apreciaron diferencias significativas en la
función pulmonar (excepto en el subgrupo de asmáticos adultos).
Por lo tanto, no
está demostrado que un tratamiento antiinflamatorio pueda influir en la
historia natural del asma leve. Quizás algún grupo específico (adultos, con más
inflamación T2, más hiperrespuesta) podría beneficiarse de esta estrategia,
pero parece que, en ese momento, lo razonable es centrarse en evitar factores
agravantes.
6. ¿Cómo se puede modificar la historia
natural del asma grave?
En el asma grave
la esperanza está puesta en los fármacos que pueden modificar la biología de la
enfermedad. Los anticuerpos monoclonales dirigidos contra mediadores
específicos de la inflamación T2 (IgE, IL-5, eosinófilos, Il4/IL-13, alarminas)
han demostrado que se puede reducir la
gravedad del asma, evitando exacerbaciones, mejorando síntomas y también
función pulmonar. Esto, en sí mismo, es modificar la historia natural de la
enfermedad. Además, se ha observado que omalizumab y mepolizumab pueden reducir
el remodelado en la vía aérea. Sin embargo, no está demostrado que estos tratamientos
puedan inducir una remisión (entendida como cese de la actividad inflamatoria).
En el caso de asma con perfil inflamatorio no-T2 las perspectivas son peores,
ya que los ensayos clínicos llevados a cabo para específicamente reducir la
actividad neutrofílica han resultado fallidos. Una posibilidad pueden ser los
fármacos anti-alarmina, que han mostrado una efectividad independiente del
patrón T2 (alto o bajo).
7. ¿Qué tratamientos todavía no disponibles
son prometedores para el control de asmáticos graves?
En fechas
próximas se comercializará en España el benralizumab, un anticuerpo monoclonal
que bloquea la acción de la IL-5 a nivel de su receptor en el eosinófilo,
favoreciendo su apoptosis. Esta medicación ha mostrado su eficacia en
diferentes ensayos clínicos y es el fármaco anti-eosinófilo con mayor potencia
farmacológica. La práctica clínica nos ayudará a saber si es capaz de
“rescatar” pacientes con asma grave eosinofílico que no han mostrado una
respuesta completa a anticuerpos anti-IL5. Más adelante dispondremos, muy
probablemente, del dupilumab, que bloquea la vía IL-4/IL-13 y ha mostrado
buenos resultados en asmáticos graves con perfil “T2 alto”, incluso si tienen
niveles bajos de eosinófilos en sangre. Y también esperanzadores son los resultados
con tezepelumab, un anticuerpo monoclonal dirigido contra el TSLP, una alarmina
producida por las células epiteliales, que ha demostrado una notable eficacia
en asmáticos independientemente de su estatus inflamatorio (T2 bajo o alto).
La disponibilidad
de estas alternativas terapéuticas nos obligará a una mejor identificación del
perfil inflamatorio de los pacientes con asma grave y, salvo que surjan
biomarcadores en sangre precisos, ello implicará estudiar la biología de la
enfermedad en la vía aérea (mediante biopsia, esputo, etc) para elegir el
tratamiento más oportuno. Y también nos obligará a graduar la respuesta al
fármaco para ser ambiciosos en la evaluación de la respuesta.
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