Por qué soy médico
Podría decir que desde pequeño soñé con ser médico. No es cierto, quería ser delantero centro del Atlético de Madrid. Podría inventarme una vocación heroica, el decidido afán de arriesgar mi vida para curar a los enfermos de los países más pobres del mundo, pero debo reconocer que nunca me vi ejerciendo el oficio en taparrabos y en plena selva, hubiera resultado un perfecto inútil. Soy médico porque mi padre lo fue (y, según el psicólogo Ronald Rohner, la figura paterna es un inevitable modelo a seguir) y porque me dio la media para entrar en Medicina. De haber sacado menos nota, habría hecho una carrera diferente y en ese momento no me hubiera importado en exceso. Tampoco disfruté estudiando la mayoría de las áridas asignaturas de la carrera, lo hice por orgullo y por obtener el título que me permitiría ganarme la vida. Ahora, años más tarde, puedo decir que fue una verdadera suerte y una de las mejores no-decisiones que tomé en la vida, una de las patas que con más firmeza sujetan mi mesa. Supongo que todo el mundo se pregunta en algún momento si su vida tiene contenido, si está de acuerdo con sus expectativas. Esta es una pregunta muy jodida y en muchas ocasiones da lugar a la crisis de los 40 (o de los 50), edades en las que ya es difícil cambiar el rumbo, o desemboca en la compra de potentes motos, coches deportivos, en tatuajes, viajes disparatados a lugares exóticos o, en el peor de los casos, en el Prozac. Bien, pues la medicina vivida con pasión, con entrega, te ofrece una fácil contestación a esa fastidiosa pregunta. En una ocasión me dijo un gran amigo: "por mal que vaya todo, aunque sea el peor momento de tu vida, te pones la bata blanca y todo parece acomodarse, sientes que estás en tu sitio y haciendo lo que debes". Tiene razón. A cambio hay que pagar un precio alto: muchas horas de trabajo, muchas noches en vela, el compromiso personal de estar siempre al día, fines de semana fuera de casa y, sobre todo, tener que afrontar el sufrimiento de los pacientes y de las familias. La medicina no es un oficio para "blandengues" (en otra ocasión explicaré el significado que para mí tiene esta palabra). Pero es un oficio noble y que bien ejercido te obliga a una mejora continua, a desarrollar facetas que no habías siquiera considerado en la Universidad (ética, comunicación, liderazgo, matemáticas, idiomas...), permite hacer algo útil por los demás (eso tan importante de verte a ti mismo "desde fuera" como parte de una escena en la que representas un papel del que puedes sentirte orgulloso), ayuda a conocer personas interesantes de diferentes partes del mundo, a viajar y, sobre todo, es una ventana abierta al mundo, un lugar privilegiado desde el que puedes observar cómo vive la gente, cómo se enfrenta a sus graves problemas y cómo trata de resolverlos. Te das cuenta de que muchas veces el problema es irresoluble, no porque la enfermedad en sí misma lo sea, sino porque esa persona vive en un ambiente social irrespirable y sabes que no será posible que siga el tratamiento o que cambie su conducta por otra más saludable. Aprendes a ponerte en el lugar de esas otras personas y, en cierto modo, a admirar su entereza. Ves que su vida es un verdadero desastre pero que, a pesar de ello, no se rinden, se siguen levantando cada mañana para llevar a cabo sus tareas y te preguntas si tú serías capaz de hacer lo mismo en esas condiciones. En muchas ocasiones, al terminar una consulta, me sorprende (y a la vez me admira) que los colegios y los comercios abran, que circulen los autobuses y que lleguen las mercancías a las tiendas. Pero ocurre, y eso es muy reconfortante.
Sin embargo, no todos los médicos hablarían así de su trabajo. Algunos dirían que es una labor extenuante, monótona la mayor parte de las veces, que sienten frustración por no poder ofrecer la atención debida en cada caso, que se gana poco dinero, que se está expuesto a una denuncia o que ha perdido algo que ellos llaman "prestigio social". Y tendrán razón en parte. Pero todo eso tiene una solución: el desarrollo profesional, entendido como aprender nuevas habilidades, afrontar nuevos retos, desarrollar la curiosidad para contestar las preguntas que van surgiendo en la práctica clínica y en las horas de estudio, investigar... Pero todo eso se paga en tiempo extra y en un esfuerzo que no todo el mundo quiere hacer, bien porque tienen otras prioridades, bien porque simplemente no les gusta. Y es respetable. Respetable siempre que eso no merme su capacidad para atender a un paciente de forma óptima.
Dejo una pregunta en el aire. Imaginemos a una persona que es un excelente padre, un honrado ciudadano, un vecino ejemplar, cuida de su familia y adora a sus dos perros de raza chiguagua. Sin embargo, como médico deja mucho que desear. A pesar de ser cordial y atento con los pacientes, no se toma la molestia de seguir aprendiendo, de actualizarse y ello hace que sus actuaciones profesionales dejen mucho que desear y que incluso puedan perjudicar a algún enfermo. ¿Se podría decir que es una buena persona?
La medicina es una de las grandes pasiones de mi vida, y durará siempre.
Sin embargo, no todos los médicos hablarían así de su trabajo. Algunos dirían que es una labor extenuante, monótona la mayor parte de las veces, que sienten frustración por no poder ofrecer la atención debida en cada caso, que se gana poco dinero, que se está expuesto a una denuncia o que ha perdido algo que ellos llaman "prestigio social". Y tendrán razón en parte. Pero todo eso tiene una solución: el desarrollo profesional, entendido como aprender nuevas habilidades, afrontar nuevos retos, desarrollar la curiosidad para contestar las preguntas que van surgiendo en la práctica clínica y en las horas de estudio, investigar... Pero todo eso se paga en tiempo extra y en un esfuerzo que no todo el mundo quiere hacer, bien porque tienen otras prioridades, bien porque simplemente no les gusta. Y es respetable. Respetable siempre que eso no merme su capacidad para atender a un paciente de forma óptima.
Dejo una pregunta en el aire. Imaginemos a una persona que es un excelente padre, un honrado ciudadano, un vecino ejemplar, cuida de su familia y adora a sus dos perros de raza chiguagua. Sin embargo, como médico deja mucho que desear. A pesar de ser cordial y atento con los pacientes, no se toma la molestia de seguir aprendiendo, de actualizarse y ello hace que sus actuaciones profesionales dejen mucho que desear y que incluso puedan perjudicar a algún enfermo. ¿Se podría decir que es una buena persona?
La medicina es una de las grandes pasiones de mi vida, y durará siempre.
Lo podrías decir mas alto...pero mas claro imposible!! Totalmente de acuerdo con la solucion que plateas...el desarrollo profesional...algo tan importante y la vez vinculado con el desarrollo personal...pero cierto es, que tambien es algo tan olvidado por muchos y no solo en el sector sanitario sino que en diversos sectores...lo que esta claro es que la decisión esta en uno mismo y en como quiere vivir su vida. Solo darte las gracias por compartir tus reflexiones, con las cuales yo por lo menos siempre aprendo! Un abrazo
ResponderEliminarUn abrazo, Marta. Estoy convencido de que pensamos igual acerca de esto.
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