Un breve discurso sobre la separación amorosa.


A todo el mundo le han roto el corazón alguna vez. Y si esto no le ha ocurrido todavía a usted es porque ha tenido mucha suerte y ha acertado al primer intento, o porque se ha conformado con una mesa coja de alguna de las tres patas (en otro momento hablaré de eso) o porque ha vivido siempre el amor como una - en palabras de Stendhal- “representación cortés” (es decir, ha actuado en una obra en la que ha representado el papel de enamorado porque piensa que hay cierta obligación en el hecho de enamorarse). Pero si ha sido “el desollado” (aquí me apoyo en “Fragmentos del discurso amoroso” de R Barthes), un sujeto amoroso con especial sensibilidad que lo hace vulnerable, ofrecido en carne viva a las heridas más ligeras, es probable que haya vivido una ruptura traumática, un duelo calificado como “de primer orden” por los psicólogos y psiquiatras. Estos siempre enumeran ciertas fases por las que supuestamente debe pasar ese duelo (negación, ira, negociación, tristeza y aceptación), que supongo que no serán universales (cada persona las vivirá a su manera en intensidad y duración, o quizás pueda saltarse algún peldaño). La fase inicial está magistralmente narrada por Nacho Vegas en su canción “La Gran Broma Final” (https://www.youtube.com/watch?v=MYK1SQS4dSQ) que refleja una desoladora vivencia personal.
No soy precisamente un creyente del psicoanálisis, pero me interesa mucho un largo ensayo publicado por Igor Caruso en el año 68: “La separación de los amantes”. El núcleo de su argumentación es la “vivencia de la muerte en una situación vital”. De forma más clara, el sujeto afronta la muerte de la otra persona en su propia conciencia y, lo que es más mortificante para quien lo sufre, su propia muerte en la conciencia del otro. El autor destaca varios aspectos en el proceso de separación:
-La “catástrofe del yo”. De la antes nombrada muerte en la conciencia surge la desesperación, la pérdida del objeto del amor, que al mismo tiempo era una fuente de identificación, conduce a una auténtica mutilación del Yo. Esto pondría en marcha una serie de mecanismos de defensa:
*La agresividad. El compañero respondía a poderosas expectativas y ahora debe ser desvalorizado para que el Yo, profundamente lesionado, pueda recuperarse, para que se produzca una desidentificación con el objeto.
*La indiferencia. El “me importa un bledo” es otro mecanismo de defensa que trata de restar peso del otro en la propia conciencia. En cierto modo, prepara su muerte.
*Huida hacia delante. Se manifiesta primordialmente como una huida en actividad (física, intelectual, laboral) o huida en busca de placeres (lo que sería un mecanismo de desplazamiento).
*Ideologización. Es una racionalización que hace, en cierto modo, de la necesidad una virtud. Es un intento de que el otro persista en la conciencia de una forma positiva, desprovista de cualquier carga dramática, de su capacidad para provocarnos dolor.
Creo que estas reflexiones son interesantes y supongo que tendrán parte de verdad. El tema de la separación amorosa ha sido frecuente motivo de conversación con mis amigos delante de unos cuantos pisco sours y ha dado lugar a no pocas animadas charlas. Como la mayoría de nosotros somos médicos, hemos elegido una clasificación en etapas inspirada en la respuesta al tratamiento del cáncer que todavía suscita polémicas y llevará a futuras discusiones frente a unas copas. De forma resumida:
-No remisión: La otra persona ocupa un lugar preponderante en nuestra conciencia, es como una especie de obsesión y a duras penas es posible llevar a cabo una vida normal. Cuesta comer, dormir, concentrarse, etc. Es un estado provisional (https://www.youtube.com/watch?v=mC7rYwcpaqk).
-Remisión parcial: Ya es posible llevar a cabo una vida normal (incluso se puede tener otra relación), pero la otra persona todavía está lejos de sernos indiferente. Es también un estado temporal y puede evolucionar hacia una recaída o hacia una remisión completa.
-Remisión completa. La otra persona ya no es vista como un potencial objeto amoroso. Puede persistir aprecio, cariño…o nada de nada. Es una situación irreversible.
Debo decir que no todos mis amigos están de acuerdo con esta clasificación. Algunos creen que no existe la remisión completa y otros piensan que no tiene por qué ser irreversible, que siempre quedará un rescoldo que en ciertas circunstancias podría avivarse. Cada uno tendrá su opinión, pero recuerdo el relato de un amigo después del segundo pisco. “Cuando me separé de aquella mujer viví un verdadero infierno. Me bebí todos los bares de la ciudad y me maldije a mi mismo cada día durante semanas. Creo que el hecho de caer tan bajo fue, al fin y al cabo, lo que me permitió salir a flote. Perdí toda autoestima hasta que una mañana me contemplé resacoso en un espejo, pensé que ya había tocado fondo, que no podía ir a peor y que no había otra posibilidad que mejorar día a día. Pasaron los meses y ya había asumido que estaba todo superado, pero un día me la encontré en un ascensor de un edificio público. No nos dijimos nada más que buenos días y apenas fueron unos segundos, pero fue suficiente para que volviese a las barras de los bares. Pasado el tiempo, volví a cruzarme con ella por la calle… y no pasó nada. ¡Estaba curado! Entré en otro bar, pero esta vez para celebrar la remisión completa”.
Brindemos en la barra de cualquier bar por aquellas mujeres u hombres que nos rompieron alguna vez el corazón. Son parte de nuestras biografías (https://www.youtube.com/watch?v=xmyPHfu9c0c).


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