El reinado del PAU.


Una terraza en cualquier ciudad de Galicia. Dos chicas de veintitantos apuran su batido energético.
-¿Cómo lo conociste?
-Mi amiga Marta es enfermera y se encarga de cuidarlo en el domicilio. Un día me pasé por su casa a buscarla, me lo presentó, nos invitó a un café y…
-Vale, Vale. Desde luego, es una suerte, no es fácil conseguir alguien así.
-Pues sí, chica. Él es muy amable, culto, conserva bien las facultades intelectuales y es autosuficiente. Una verdadera joya.
-¡Desde luego! Pensionistas hay muchos, pero PMs hay pocos.
-Sí, éste fue abogado en su momento, cotizó muchos años y así llegó a la PM.
-Supongo que eso te habrá facilitado mucho la vida, ¿no?
-Pues claro, estar con un pensionista máximo tiene un montón de ventajas. Por fin he podido comprarme un ecobolso de Prada, viajar con frecuencia y olvidarme de pensionzuchas de mala muerte, cenar en los mejores biorestaurantes…
-Calla, calla… qué envidia! Mi primo Fernando también consiguió una PM. ¡Hasta le ha comprado una electromoto autónoma de última generación!
-En fin, chica, que las cosas hay que currárselas, no caen llovidas del cielo. Te dejo, que llego tarde a mi turno…
-Sí, yo también tengo que ir a trabajar. Al menos, libraré la tarde del domingo. Si tus nuevos “compromisos” te lo permiten, podemos quedar para tomar otro batido…
-Seguro que sí. Te puedo presentar a mi PM, tal vez tenga algún amigo parecido…
-¡Eso sería genial!
Es el año 2042 y las peores previsiones demográficas se han cumplido en España. Un escaso 25% de jóvenes trabaja a destajo para cuadrar las cuentas del estado, que debe proveer las pensiones de un 32% de la población mayor de 68 años. Los pensionistas se han organizado en un partido político, el Partido de Ancianos Unidos (PAU) que gobierna el país después de haber conseguido la mayoría absoluta en las elecciones del 2039 con un lema de campaña simple y directo, “Lo merecemos”, subrayado por las notas de una tonada que ha devenido en himno reivindicativo: “Los pajaritos”. El programa electoral apenas ocupaba 20 páginas y tenía un único y claro objetivo: revalorizar las pensiones y mejorar las condiciones de vida de los pensionistas. La edad de jubilación, que se había situado en 72 años con el gobierno precedente, se ha reducido hasta los 68 y el ejecutivo actual tiene la firme intención de dejarla en 65 en el plazo de 4 años. Las ciudades más poderosas de Galicia son ahora Orense y Lugo, y el presidente del gobierno es un octogenario de Monforte de Lemos llamado Anselmo Carballo. Extraigo aquí un fragmento de su discurso de investidura:
“Mis palabras no sólo van dirigidas a esas personas que han trabajado honradamente toda su vida, personas que se merecen respeto por su infatigable labor y que ahora sólo piden lo que se merecen: un descanso libre de preocupaciones. Son personas que han visto pisoteados sus derechos por los gobiernos anteriores, más atentos a preservar sus cuotas de poder que a mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Se trata de darles simplemente lo que en justicia se han ganado. Pero también me dirijo a esos jóvenes que quizás tengan que hacer un sacrifico extra por quienes les han cuidado en su infancia y les han dado formación y cariño. Ahora les toca devolver todo lo que se ha invertido en ellos y sólo hay dos formas de hacerlo: con trabajo y con natalidad. A ellos les pido que no desfallezcan, porque ante sus ojos se abre un futuro esperanzador: ellos también llegarán a la edad de jubilación y podrán disfrutar la vida sin angustia y sin estrecheces”.
En el año 2042, los jóvenes forman una clase social escasa, alimentada por emigrantes, y sobreexplotada por unos horarios e impuestos abusivos. Oficios como cuidador de personas mayores, instructor de ocio geriátrico y enfermera son los más demandados. Atrás han quedado la hostilidad y rechazo a los emigrantes fomentados por las políticas populistas de principios de siglo y ahora la acogida es buena, en especial para personas procedentes de Latinoamérica que vienen a emplearse en el cuidado de personas de la tercera edad. El trato de acogida ha favorecido la llegada de parejas e incluye la cláusula obligatoria de tener al menos dos hijos en un plazo de 4 años. En el caso de que la mujer tuviera problemas para lograr un embarazo, el sistema nacional de salud le asigna una solución médica para lograr el objetivo. Los medicamentos son gratuitos para los jubilados y las grandes cadenas hoteleras sen han especializado en la atención de un público de la tercera edad.

Estoy convencido de que la mayoría de la gente se equivoca, que el problema fundamental de la vida no es que ésta tenga un final seguro, que se termine antes o después; la dificultad reside en cómo enfrentar el hecho de que vamos a envejecer, que perderemos de forma progresiva nuestras capacidades físicas y mentales. “Cuando tú eres, tu muerte todavía no es; y cuando tu muerte sea, tú ya no serás”, dijo Epicuro. El problema no es la muerte en sí, es el temor a ésta, y si desaparece ese miedo, nos queda la cuestión esencial: qué hacer durante la vida. Y esta cuestión cobra cada vez más importancia a lo largo de los años, posiblemente por dos razones: porque pesa más lo hecho que lo que está por hacer y porque muchas tareas que antes nos ocupaban (aprender un oficio, criar hijos…) ya están total o parcialmente terminadas. Quizás por esta preocupación he tenido una pesadilla recurrente a lo largo de los años, esta horrible distopía que podría haber sido imaginada por Margaret Atwood y de la que despierto después de soñar una escena en la que en una infinita piscina, innumerables filas de ancianos levantan las manos al unísono obedeciendo las órdenes de un monitor de aqua gym.

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