Contra la “blandenguería médica”.
Ser médico es estudiar una carrera
larga y dura, hacer durante 4 ó 5 años una especialidad cobrando un suelo ridículo,
no tener estabilidad laboral hasta una edad avanzada, hacer guardias de diario
y de festivo teniendo que trabajar al día siguiente en muchas ocasiones, cobrar
un sueldo por debajo del nivel de responsabilidad, estudiar fuera de los
horarios de trabajo, viajar los fines de semana a reuniones y congresos para
tener un adecuado nivel de formación, lidiar con el sufrimiento de las personas
sabiendo que a muchos no podremos ofrecerles la curación, ponerse la bata
blanca y estar a la altura de lo que se nos exige aunque sea el peor día de tu
vida, pedir medios para hacer mejor el trabajo en una situación de escasez de
recursos, llevarse a casa la preocupación por un caso complicado, tomar
decisiones graves y rápidas sin derecho a la equivocación. Según lo expuesto, ser médico podría
parecer una mierda, sí, pero es el mejor oficio del mundo para muchos de
nosotros. No hay trabajo que no tenga inconvenientes ni servidumbres, y éste no es para blandengues.
Digo todo esto porque, en el clima
pre-apocalíptico del año del coronavirus, han llegado a las redes sociales
quejas y lloriqueos de compañeros de profesión que no comparto en absoluto.
Recuerdan al oportunismo de los controladores aéreos antes de unas vacaciones
de Navidad. Tienen el objetivo, bien de obtener alguna ventaja en una situación
comprometida para la sociedad, o bien de inspirar compasión, tal vez ambas cosas
al mismo tiempo. Son victimistas y más propios de plañideras que de
profesionales comprometidos con su obligación. Desvían la atención de lo que
debe preocuparnos, que es hacer nuestro trabajo lo mejor posible. Pretenden
situarnos en una posición de superioridad moral que nada tiene que ver con los
valores de nuestro oficio, que nos recuerdan que estamos al servicio de
aquellos a quienes asistimos. Difunden una imagen reivindicativa en momentos en
los que hay que transmitir seguridad, confianza y la certeza de que los afectados por la
epidemia serán atendidos por médicos convencidos de lo que están haciendo y no por
funcionarios pendientes de mejorar su situación personal o profesional.
Vendrá el virus, nos pondremos la
bata, los guantes y la mascarilla (si quedan) y cumpliremos con nuestra
obligación. Nada hay de épica ni heroísmo en ello, es lo normal. Y es también
un privilegio. Las quejas, si son justas, para después, cuando todo haya pasado,
porque esto también pasará. Entonces lo celebraremos con un gin-tonic y no
invitaremos a ningún médico blandengue.
Al primer gin-tonic invito yo. Olé por ti, viejo amigo.
ResponderEliminarEspero que pronto estemos brindando con ese gin tonic. Y eso que a mí ese brebaje no me convence. Pero en este caso haré una excepción
ResponderEliminarApreciado navegante, veo que ha vuelto a fijar el rumbo correcto. En su retórica percibo un cierto orgullo herido que comparto. Y aunque es cierto que el trabajo es nuestra obligación y no una cuestión de épica, convendrá Vd. conmigo que un cierto grado de orgullo por sentirse preparado para afrontar la batalla que estamos a punto de luchar debemos sentir. Más que mensajes reivindicativos sobre los turnos de trabajo, las comidas dignas en las guardias o la formación que algunos reclaman al Ministro que les pague, echo de menos mensajes tranquilizadores a la población diciendo que estamos preparados, que no se preocupen porque doblaremos los turnos, haremos los máximos esfuerzos por salvar cada vida que podamos y que podemos hacerlo sin descanso porque es nuestro deber. Que estén tranquilos porque tenemos una Sanidad que es un ejemplo en el mundo por la calidad y la implicación de sus profesionales. Entre sus lectores y allegados hay personajes capaces de transmitir ideas científicas avanzadas a un auditorio lleno en sus horas libres, pero que a la vez están en el campo de batalla cada día y son capaces de liderar desde una dirección médica la atención en un hospital en momentos críticos, cuando en muchos cunde el desánimo y falta cordura. Debemos transmitir a los ciudadanos de nuestro país que vamos a liderar esta lucha y no vamos a desfallecer, porque es nuestro deber ya que nadie mejor que nosotros puede hacerlo. Me siento orgulloso de decirlo, de saber que Vd. y yo, y todos ellos, estamos en el mismo barco, y que en Itaca nos esperan esos gintonics ya que regresaremos victoriosos. Y si alguien, espero que no, cayese en el camino, todos lloraremos al hermano ausente, pero aclamaremos con orgullo que fue uno de los nuestros, como el médico de Varese fallecido hoy, y seguiremos levantándonos cada día para seguir cumpliendo con nuestro deber, no hay ninguna épica en ello. Buena travesía.
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