Imperativos categóricos: el sentidiño.
El sentidiño no es más que una
forma muy gallega de hacer referencia al sentido común, es un equivalente del
“seny” catalán. Se invoca en situaciones de incertidumbre, en las que no hay
una clara línea de actuación entre varias posibles, o bien en aquellas en las
que pueda existir un riesgo de cualquier tipo (físico, económico, emocional…).
Es una forma abreviada de decir “cuidado, no perdamos la cabeza, optemos por lo
más sensato”. Es una postura conservadora que cuadra bastante bien con el
tópico gallego. Y dicho así, no hay muchas pegas que oponerle.
Pero situémonos en un marco concreto.
Una reunión en la que un grupo de médicos están discutiendo los criterios que
deben regir la petición de una prueba para diagnosticar una enfermedad vírica
en un contexto de gran demanda asistencial. Un especialista manifiesta una
opinión, otro la rebate o la puntualiza… se plantea una discusión con
argumentos a favor o en contra y en medio del barullo alguien dice:
-Ya está bien. Tengamos sentidiño.
En ese momento la disputa se
interrumpe y un respetuoso silencio llena la sala. Todo el mundo asiente…
-Claro, sentidiño.
-Eso, sentidiño.
Pero yo me revuelvo incómodo en mi
silla. ¿Qué coño es eso de sentidiño? ¿Qué es exactamente lo que quiere
decir? Estoy a punto de hablar en alto, pero hay algo que me mantiene callado,
que me impide manifestar cualquier duda. El sentidiño es irrefutable,
ponerlo en duda es un verdadero sacrilegio. Me imagino caminando por los
pasillos del hospital y la gente apartándose a mi paso y cuchicheando…
-Es ése.
-¿Quién?
-El que discutió el sentidiño.
Expresión de espanto, mano a la boca.
-No me digas…¿cómo pudo?¿qué se habrá creído?
-Mejor ignorarlo, algunas personas disfrutan escandalizando.
Gana la cobardía, me quedo calladito.
No soy un héroe.
El sentidiño rige en la vida
ordinaria, sirve para tomar decisiones en situaciones en las que una persona no
tiene conocimientos suficientes. Por ejemplo, yo puedo saber poco de economía,
pero el sentidiño me dice que no gaste más de lo que gano. Soy
colchonero, pero el sentidiño me dice que no apueste mil euros a que mi
equipo levantará la copa de Europa y, sin saber exactamente qué cantidad de
alcohol deshidrogenasa que tengo en el hígado, también me avisa de que si me
paso en la dosis de gin-tonics tendré resaca al día siguiente. Muy útil el sentidiño.
El sentidiño es el superyo de los gallegos.
Pero … ¿en medicina? ¿en ciencia?
¿Qué pinta el sentidiño? ¿Se puede publicar una circular en la que
recomendemos sentidiño al personal que va a atender a los pacientes con infección?
¿No será mejor usar los conocimientos científicos para establecer una serie de
recomendaciones concretas sobre cómo protegerse del contagio o cómo
diagnosticar una neumonía vírica?
Me viene a la cabeza otro imperativo
categórico: los refranes.
Soy un niño de 5 años y le pido a mi
madre que me deje comer un helado.
-No, es tarde, vete a la cama.
-Pero es que me apetece mucho…
-He dicho que es tarde y que te vayas
a la cama.
-Pero ¿por qué no puedo?
-Porque ya te has tomado el colacao.
-¿Y qué?
-“Después de la leche, nada eches”.
Punto final, ya no hay discusión.
Ahora soy un chico de 19 años, no
escuché al sentidiño y me pasé de cubatas la noche anterior. Duermo el
sueño de los justos hasta que mi madre entra en la habitación, sube la persiana
y abre la ventana para disipar los efluvios alcohólicos.
-Venga, arriba.
-Pero mamá, déjame dormir un poco
más…
-Ni hablar, ya estuvo bien. Arriba.
-¿Pero por qué no puedo dormir un
poco más…?
-“A quien madruga, Dios le ayuda”.
Reconozco que desde entonces siento
un rencor por los refranes que no me atreví a hacer público hasta que Gabinete
Caligari me dio la razón https://www.youtube.com/watch?v=0f0sPDWxrZE. Este sentimiento, que ya creía
superado con los años, reaparece ahora con fuerza ante la irritante invulnerabilidad
del sentidiño.
Prometo que la próxima vez no me
quedaré callado. Pero si tienen sentidiño, no apuesten por ello.
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