Crónicas del coronavirus (8)
Es el año 2056, yo he envejecido
dignamente, he sobrevivido a tres pandemias sucesivas y todavía no he perdido
la esperanza de ver al Atlético levantar la Champions League. Hace dos años volvimos
a llegar a la final, pero la semana antes la última mutación del virus Variola
se llevó al delantero centro y al media-punta, las estrellas de nuestro equipo.
Perdimos el partido, por séptima vez en la historia. Qué le vamos a hacer, mala
suerte, nunca hay que dejar de creer. Miro por la ventana, hace un día soleado
y caluroso. Es domingo 21 de Noviembre.
-Buenos días, Luis, te he preparado
tu desayuno favorito.
-Vale.
-Y he seleccionado en la pantalla las
noticias que te pueden interesar.
-Vale.
-Tienes un videomensaje de tu hija
Natalia y de tu nieta.
-Muy bien, lo veré más tarde.
-Tus constantes son buenas, tienes
120/85 de tensión, una glucemia de 110, una temperatura de 36,5 y una
frecuencia respiratoria de 16. La saturación arterial de oxígeno es 97%. Te he
preparado tu plan de ejercicio para hoy.
-De acuerdo, Cortana. Voy a desayunar
con tranquilidad, estate calladita un rato.
-Como desees, Luis.
Miro el reloj que llevo en la muñeca
y me siento tentado de dejarlo en la mesita de noche, pero me temo que sería
una temeridad, ya hay evidencia científica que demuestra que las personas que
siguen los consejos médicos de la asistente virtual viven más años y con mejor
calidad de vida. Además, avisa de las probabilidades que cada persona tiene de
contraer el nuevo virus (para el que todavía no hay vacuna) de acuerdo con los
factores de riesgo personales, con la geolocalización y con las constantes
vitales de la gente que circula alrededor. Hacer caso omiso de las recomendaciones
acarrea una pérdida de puntos en el carnet de ciudadano, sobrepasar un límite implica
perder un porcentaje de la paga de jubilación, y yo ya estoy cerca de ese punto.
El año pasado, mediante las biopsias líquidas que la pulsera-reloj me hace
periódicamente, me fue detectado un cáncer incipiente que pudo ser eliminado al
instante. Desprenderse del aparatejo sería virtualmente un suicidio y el
suicidio está castigado con la mayor de las penas, el borrado instantáneo del
yo virtual.
Ojeo distraído el periódico. Hoy es un
día especial, hay elecciones. Por supuesto, ya no es necesario desplazarse para
votar, hace años se podía hacer directamente desde el smartphone, pero en la
actualidad ya no se vota. Un algoritmo lo hace por ti teniendo en cuenta tus
intereses personales (patrimonio, inversiones, obligaciones…) y las reacciones
(cambios en el pulso, en la tensión, en el fujo sanguíneo de catecolaminas y la
liberación cerebral de endorfinas) registradas cuando escuchaste hablar a algún
político en los medios o cuando leíste cierta noticia. El voto se envía
directamente y se almacena en una central de datos. Ni que decir tiene que los
políticos saben perfectamente lo que deben hacer en cada momento para concitar
la adhesión del mayor número de electores. De hecho, ya no hay políticos como
tales. Son meros testaferros de corporaciones gobernadas por poderosos
algoritmos que velan por la prosperidad de la raza humana. Yo no sé todavía
quién saldrá elegido, aún se mantienen en pie, sabe Dios porqué, ciertos ritos
antiguos, pero el resultado no es ninguna incógnita. Me pregunto cuando
terminarán también con esta farsa.
-Por cierto, Luis, también hay un
mensaje de tu última exmujer.
-Pues no me apetece escucharlo, ya
sabes que no tengo especial simpatía por ella.
-Ya te dije que no era una buena elección,
vuestros caracteres son completamente antagónicos. La liberación endorfínica
era alta, pero el análisis multifactorial mostraba una discordancia esencial de
intereses y preferencias.
-Sí, pero lo pasamos bien durante una
temporada.
-Podrías haberlo pasado bien de otras
formas.
-Lo paso bien como me da la gana.
Silencio. La asistente está registrando en estos
momentos mi reacción de rebeldía. Una más.
Dejé el oficio de la medicina hace
dos años. Me aburría. El asistente diagnóstico tenía un margen de error del 1%,
mucho menor que el de cualquier ser humano. Escuchaba a los pacientes, revisaba
sus pruebas, pero el diagnóstico y el tratamiento ya estaban en la computadora
sin que yo necesitase hacer nada. Otro rito antiguo que se mantenía por
costumbre, la certeza de que un paciente prefiere estar delante de una persona
que frente a una máquina, pero yo me sentía inútil. Y este es el problema del
mundo actual, las personas se están convirtiendo en inútiles, en seres
prescindibles. Teníamos que haber escuchado a Stephen Hawking, a pesar de que
ya entonces necesitaba una computadora para dejarse escuchar.
Hoy tengo invitados para cenar, tres
hologramas de buenos amigos, uno de ellos murió hace dos años por el virus
Variola. Charlaremos de los buenos viejos tiempos, de cómo nos enfrentamos al
coronavirus sin equipos de protección, sin test diagnósticos y con fármacos
rudimentarios. Hablaremos de un tal Pedro Sánchez y de su acólito Simón. Hay
que decir a favor de los algoritmos que, al menos, nos han librado de esos
personajes.
En el año 2056, espero estar todavía por este planeta,dado que la esperanza de vida de las mujeres es 83 años,y estaré encantada de leer algunos de tus libros, porque no se puede escribir con tanta sencillez, claridad y ante todo, con valores de elegancia y sensibilidad,que tan obsoletos están hoy en día.
ResponderEliminarGracias. Un saludo
Muchas gracias, María, aunque me temo que mis habilidades se limitan a escribir tediosos artículos de neumología. Pero si algún día me canso y pruebo a intentar algo distinto, te mandaré el primer ejemplar dedicado. Eso sí, no esperaré a tus 83 años porque, previsiblemente, a mí ya me habrá llevado por delante algún extraño virus.
EliminarUn abrazo.
Aunque no te conozco personalmente (alguna vez si que he hablado contigo por wasap pero he perdido los contactos), otra de tus cualidades debe de ser la humildad,porque leyendo lo que escribes en este blog no sólo te ciñes a los artículos tediosos de neumologia. En una palabra,a mi me encanta como escribes .
EliminarUn saludo