La oscura hermandad de los sembradores de ositos de buenas noches.
Durante los últimos meses he librado
una titánica batalla que ha puesto a prueba toda mi capacidad de autocontrol y
el poco o mucho equilibrio emocional que pueda tener. Noche tras noche, de
forma inexorable, recibí en mi teléfono móvil un osito (o similar) deseándome
un feliz descanso. Cada mañana lo primero que me encontraba al encender el
aparato era un ramillete de flores acompañado de un mensaje invitándome a ser
feliz, a disfrutar de un día maravilloso e inolvidable. El desafío todavía no
ha terminado, pero he logrado mantener la cordura, contener el impulso de
responder con un exabrupto definitivo o bloquear al emisor de ositos. Bien
podría haber optado por esta última opción, indiscutiblemente la más sensata,
pero pensé que hubiera sido algo así como rendirme, como demostrar mi
vulnerabilidad ante un ataque de florecillas silvestres y peluches. Así que todavía
aguanto firme el pulso, aunque debo reconocer que pasé por momentos de
debilidad, asaltado por la tentación de rendirme, de reconocer la derrota y
lograr así un armisticio libre de ositos.
Yo veo este aluvión de mensajes como
un rasgo más de la blandenguería que parece haberse adueñado de la vida social.
Un osito de buenas noches es como el dibujo de una tarta con velas enviada a
alguien que cumple años, como llevar una camiseta a favor de la igualdad de
sexos, como portar un lacito de color en la solapa (da igual el color), como
hincarse de rodillas ante un mantero senegalés para manifestar oposición al
racismo, como izar la bandera arcoiris en la ventana del piso o como dejar la
firma en wechange para oponerse a la guerra. Gestos, vacíos, inútiles y, sobre
todo… baratos, libres de esfuerzos. No cuestan nada y molan. No es de extrañar
que tengan tanta aceptación y que la mayoría de la gente los prefiera al verdadero
compromiso. Los gestos e intenciones pesan poco en la vida si no van
acompañados de actos. Somos lo que hemos hecho hasta la fecha y seremos lo que
seamos capaces de hacer, pero claro, esto supone esfuerzo y esta palabra parece
haber quedado confinada en el cajón de lo desagradable.
He hecho un pequeño muestreo a mi
alrededor y he confirmado que no soy el único, hay muchos receptores de ositos
de buenas noches. No he localizado a ningún emisor en mi entorno inmediato y la
opinión es unánime: todo el mundo los odia. Si esto es así, ¿de dónde coño
salen los ositos? ¿Quién empezó esta costumbre? ¿Por qué algunos se convierten
a esta idiotez? Especulemos:
-El emisor de ositos
bienintencionados disfruta de un viaje astral en el que su espíritu se separa
del cuerpo y, a escasos metros por encima de éste, puede contemplarse a sí
mismo llenando el mundo de buenas intenciones. En un lugar de su cerebro se
produce una liberación de dopamina que le llena de bienestar. Uno de los muchos
receptores del osito asume la idea y decide qué él mismo puede convertirse en
un benefactor de la humanidad. La cadena se alarga hasta atrapar a todos los blandengues
del mundo. Esta es la mejor de las posibilidades.
-La idea parte de un grupo
empresarial poderoso que trata de identificar, mediante el uso de big data, a
todos los blandengues del planeta para ahorrarse la necesidad y el coste de
inyectarles “chises” a través de vacunas. Una vez localizados, no costará nada
hacerles comprar determinados productos, llevarles a veranear a ominosos hoteles
de “todo incluido” o convencerles de participar en la red social de moda. (Es
broma, por si lo lee Miguel Bosé).
-Los partidos políticos se han puesto
de acuerdo en que una sociedad blandengue es una sociedad sumisa, reacia a la
crítica, dispuesta a aceptar sin rechistar cualquier eslogan y capaz de dejar a
un lado cifras y hechos reconduciéndolos según la “verdad oficial”. La corrección
política, la autocensura, la criminalización del que se atreve a levantar su
voz contra la opinión mayoritaria y el bombardeo de ositos felices forman parte
de un ambicioso plan para adormecer conciencias y justificar la mediocridad en
la que ellos pueden medrar. (Me apunto a la moda de las teorías conspirativas).
En fin, he escrito estas líneas con
la vana esperanza de que el sembrador de ositos las lea y se rinda. Mientras
tanto, les deseo a ustedes muy buenas noches y que mañana se levanten con una
sonrisa en la boca disfrutando de un bonito amanecer.
Muy bueno Luis!!!...yo tambien era receptora de ositos, florecitas, solecitos y demas...y digo era...porque no pude contenerme como tu, directamente y muy amablemente ( o eso intenté) pedi que no me enviaran mas...aun asi me enviaron alguno mas ...por lo tanto mi opción fue...bloqueo y listo😉😘😘
ResponderEliminarHola Marta, está muy claro que eres una mujer más decidida que yo...De todas formas, debo decirte que creo haber vencido la batalla. Los ositos cesaron. Un abrazo.
ResponderEliminarPobres ositos. Que culpa tendrán ellos ji.ji.. yo a falta de que alguien me dé los buenos días o buenas noches , hasta los acogería de buena gana.😁😁😁
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