Seré Gary Cooper…pero dame una pistola (Crónicas del coronavirus: 19).
Desde la última entrada (hace
aproximadamente un mes), puedo confirmar alguna de las predicciones que había
adelantado. La variante ómicron del virus es menos letal, especialmente en
personas protegidas por la vacuna. Ahora mismo, y a pesar de una incidencia de
la infección como jamás ha habido, el número de pacientes ingresados en las
UCIs de Galicia (51) continúa siendo estable. La mayor parte de éstos tienen
una infección por la variante delta (en rápida desaparición) y una minoría
tiene ómicron, pero carecen de una respuesta inmunitaria propia. Muchos de los
pacientes que figuran como ingresados en planta están “con” el virus, pero no “por”
el virus (es decir, no tienen neumonía COVID19). Pero algunas personas todavía
están en peligro de fallecer:
-Los no vacunados (pues sí, todavía
tenemos algún paciente así).
-Los vacunados que no desarrollan una
respuesta inmune a la vacuna (pacientes con enfermedades hematológicas, trasplantados,
con medicación inmunosupresora, etc).
Por supuesto, siempre habrá algún outlier,
individuos que se salen del comportamiento previsible sin explicación aparente,
pero sobre este grupo de pacientes poco se puede hacer, salvo atenderlos lo
mejor posible cuando desarrollen una enfermedad grave.
Sin embargo, sí se puede actuar de
forma precoz y efectiva sobre el grupo de vacunados “no-respondedores”. Y aquí
tenemos dos opciones: identificarlos precozmente, en cuanto den positivo, o
esperar a que su enfermedad se complique y precisen ingreso. En el primer caso
será necesario tratar a x pacientes (no sabemos cuántos) para evitar una
progresión. El inconveniente de adoptar esta estrategia (que se ha mostrado
efectiva en diferentes ensayos clínicos) es puramente económico, el tratamiento
es seguro. Como única pista para seleccionar cuáles podrían beneficiarse más este
enfoque sólo disponemos de la serología (medición de anticuerpos IgG que
alguien ha desarrollado frente al virus, por haber sufrido la enfermedad o por
estar vacunado). Esta es una prueba bastante pobre para estimar la inmunidad frente
al SARS-Cov2, porque ésta consta también de un muy importante “componente
celular”… pero es lo que hay.
¿Y qué armas tenemos los médicos para
tratar a un paciente inmunodeprimido que tiene COVID19? Pues básicamente los
fármacos contra el virus (en este momento remdesivir y un anticuerpo monoclonal
contra el SARS-Cov2, en cierto modo la aportación externa de una immunoglobulina
IgG que el paciente es incapaz de generar). Los medicamentos que atacan la
inflamación pulmonar (corticoides, etc) no son los más adecuados para un
paciente sin defensas y una infección activa por el virus, al menos no
inicialmente. Pero los médicos responsables de curar a los pacientes con
neumonía COVID19 tenemos un serio problema: no disponemos del mejor arsenal
terapéutico. El acceso a los anticuerpos contra el virus está, desde mi punto
de vista, injustificadamente restringido y es un verdadero tour de force.
Mientras otros países de nuestro entorno hacen acopio de estos fármacos y lo
ponen a disposición de los médicos, aquí se adopta una postura mucho más pasiva.
El anticuerpo se administra en una dosis única que cuesta aproximadamente 2000
euros. ¿Es mucho? Se han autorizado otros fármacos con menos evidencia y si
ello evita ingresos y muertes, podría ser también coste-efectivo.
Me siento como el comisario Kane en Solo
ante el peligro… pero sin pistolas. Do not forsake us.
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