Productores vs extractores.

 


“Ganarás el pan con el sudor de tu frente” (Génesis 3:19). Ni siquiera Dios, en su infinita sabiduría, fue capaz de predecir la aparición de una casta de hombres que se saltaría su mandato: los extractores. Parece que hay bastante concordancia (“Sapiens”, Harari; “Historia económica de la felicidad”, Felice…) en situar su eclosión después de la revolución agrícola y ganadera, una vez clausurado paraíso perdido de los cazadores/recolectores. La especialización del trabajo, la consolidación de la propiedad privada, la implantación de las grandes religiones monoteístas y el uso corriente de la moneda para las transacciones comerciales, favorecieron la posibilidad de que algunas personas pudieran subsistir sin necesidad de hacer labores productivas para la sociedad. Los extractores no producen nada verdaderamente útil y, por lo tanto, se ven obligadas a vivir de quienes sí lo hacen. Y no sólo lo consiguen, sino que, además, o bien pasan desapercibidos o incluso logran el aplauso de los incautos a quienes despluman.

Hay dedicaciones (me niego a llamarlas oficios o profesiones) que, en sí mismas, son extractivas (comisionistas, cargos políticos y religiosos, influencers, coaches, sancionadores de ridículas multas de tráfico, brokers, subvencionados varios…la lista sería interminable), pero también hay personas que alcanzan la extracción aún ejerciendo labores productivas. Sin necesidad de ir muy lejos, tengo a mi alrededor médicos que encadenan bajas, que son verdaderos expertos en convertir puentes en acueductos, o que son virtuosos en apartarse de la atención clínica en cuanto ven la más mínima oportunidad (los “liberados” sindicalistas son un buen ejemplo de ello, por algo se les llama “liberados”).

Hay dos formas, solo dos, de salir adelante en esta sociedad: producir o extraer. Dado que lo primero requiere el esfuerzo que menciona la Biblia, o alcanzar el mérito que defiende el verdadero liberalismo, muchos preferirán sobrevivir a través de la extracción. En cierto modo, esto es comprensible, no todas las personas nacen o se hacen virtuosas, la vagancia es una poderosa tentación. El verdadero problema está en que el contexto social favorece el desarrollo de extractores.  Molan los que viven de mostrarse en fotos ambientadas en lugares idílicos y aconsejan a los jóvenes cómo deben comportarse. A veces basta con enseñar el culo. También despiertan envidia los políticos con nula preparación, con un curriculum irrisorio (ah, Iceta, ahí eres el rey), que ostentan un poder arbitrario sin disimulo. Muchas veces me he preguntado cómo es posible que los políticos siempre tengan familiares comisionistas, incapaces de progresar por sí mismos. Al parecer, sus hermanos, primos, hijos y cuñados no pueden ser personas normales: profesoras, enfermeras, hosteleros, conductores… No, son o se convierten en extractores en el exacto momento en que el político jura el cargo. El ejemplo de todos estos individuos se transmite con la facilidad con la que se propaga el SARS-CoV2 y cada vez hay más extractores profesionales. Conscientes de ello, los políticos (que siempre han aborrecido a los meritorios, porque éstos nunca mostrarán obediencia y servilismo) se afanan en promulgar leyes que favorecen lo que tantos desean: cobrar sin trabajar. Bajas cada vez más prolongadas, subvenciones, asesorías inútiles, puestos de trabajo carentes de contenido, parados que renuncian a trabajar… Evidentemente, esto tiene un fin, en cuanto la extracción sobrepasa la producción (y los productores pueden llegar a convencerse de que es buena idea pasarse al bando enemigo), el tejido social se viene abajo.

Pero la extracción no es una solución vital inteligente, a pesar de las apariencias. Veo a mi alrededor mucho extractor insomne y empastillado hasta las cejas. Y creo que, en el fondo, hacer una labor productiva ayuda a alcanzar el bienestar emocional. Por supuesto, excluyo del conjunto de extractores a aquellos que deben ser ayudados por sufrir verdaderos problemas de salud o que no tienen la oportunidad de trabajar, aun queriendo hacerlo, pero tengo la convicción de que la exaltación del victimismo, la blandenguería generalizada, la atención dedicada a personas que no tienen nada valioso que ofrecer (revistas del corazón, televisiones, etc), nos están acercando a un estrepitoso fracaso social. El fracaso individual (ese fenómeno tan molesto para los ideólogos de izquierdas) merece una reflexión específica.

¿Se puede hacer algo para sacudirse a los extractores de encima? Lo siento, pero la tajante respuesta es no. Les apoyan las leyes y también el ambiente general que les hace figurar como “listos”. No olvide usted que en el fondo de muchos productores habita un extractor esperando la oportunidad de salir al exterior como el alien de la película de Ridley Scott y que en el interior de los extractores no hay ningún productor. Sólo nos queda el derecho al pataleo y recordar que, a pesar de todo, una de las primeras preguntas que se hacen cuando se conoce a una persona es “¿a qué te dedicas?”. Nadie responde que se dedica a la extracción, porque, después de todo, es algo de lo que se avergüenza. Identifique al enemigo y salúdelo con un amable “buenos días, extractor, ¿qué tal has descansado?”. Es una pobre venganza, pero ayuda. 

PD: No me resisto a añadir (y comentar) la reflexión de mi amigo Juanjo. "El éxito de determinados movimientos políticos estriba precisamente en que ofertan un relato que libera de ese peaje moral y convierte la conducta de extractor, en lo que tiene de disfrute de toda clase de prebendas públicas (no solo económicas, sino también de otros tipos, como las numerosas "discriminaciones positivas") en algo no solo legítimo sino incluso justo, que repara los agravios presentes o pasados de una casta de malvados. No te sientas culpable por pretender vivir de gorra de los impuestos que genera el trabajo de los ricos (entrecomillado). Ellos son los culpables de tus desgracias y te lo deben. Y a dormir tranquilo".

Efectivamente, este es el principal argumento moral de la izquierda para dotar de legitimidad a la extracción. Y aunque mi amigo usa irónicamente el vocablo "ricos", debo aclarar que en ningún momento hablo de clases sociales. Son tan productores los agricultores como los arquitectos, lo son tanto los panaderos como los empresarios. Muchos políticos de izquierdas se extrañan y lamentan de que las "clases bajas" que antes apoyaban a sus partidos se hayan cambiado a opciones como Ayuso o incluso VOX. Aquí tienen la respuesta a sus cavilaciones. 


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