Fenotipos humanos perfectamente prescindibles.


 

La intención de este post no es más que hacer un repaso muy subjetivo (y siempre incompleto) de actitudes y personalidades que me han resultado irritantes, ofensivas o directamente insoportables. Cualquiera de nosotros ha pensando en alguna ocasión, al interactuar con uno de estos individuos, que la vida podría ser mejor si no existiesen o, al menos, si se mantuviesen alejados de nuestro círculo íntimo. En justa defensa contra los malos ratos que nos han hecho pasar, he elaborado este listado acompañado de algún modesto consejo para librarse de su perniciosa influencia.

-El “chapas”. Particularmente irritante, el “chapas” no se detiene ante nada ni ante nadie. Portador de un discurso preconcebido, es indiferente a la persona que tiene enfrente o a la circunstancia espaciotemporal en la que se desarrolle el ataque. Le da igual que sea una reunión, un entierro, el supermercado o la acera de una avenida. El “chapas” fija su objetivo y larga su monólogo confiado en el principio universal de “no confrontación”, seguro de que su víctima no se rebelará, que aguantará como buenamente pueda el chaparrón que se le viene encima. Al “chapas” no le importa la reacción de su interlocutor, si éste manifiesta interés o no en el discurso, si tiene prisa, si está afecto de una enfermedad mortal o el tipo de relación que pueda mantener con el damnificado. Mi amigo T me dijo en una ocasión que, como en tantas otras ocasiones, la mejor defensa es un buen ataque. Hay que tener preparada una arenga lo más soporífera posible. Él mismo me brindó un ejemplo que en alguna ocasión he utilizado con un éxito notable. “Pues hombre, precisamente me pillas saliendo del supermercado…cómo han subido los precios…me paré en la sección de lácteos y estuve un buen rato decidiendo si comprar… etc”. Con los “chapas” no cabe piedad alguna.

-El “reclinador de asientos en los aviones” (cortesía de mi amigo B). El “reclinador” comparte con el “chapas” su absoluta indiferencia por el prójimo. Echa para atrás su asiento y le da exactamente igual el efecto que ello pueda producir en el desgraciado individuo que haya tenido la mala suerte de sentarse justo detrás en esa moderna sala de torturas en la que se han convertido los aviones comerciales. Ya puede ser una embarazada, un anciano, un obeso o alguien que hace equilibrios para situar su ordenador en la bandeja de enfrente. El tipo (suele ser un varón) se repantinga en su sillón escudándose en el ya mencionado principio de “no confrontación”, y que se jodan los demás. No es fácil luchar contra un “reclinador”. Mi opción personal es esperar a que se escuche una respiración regular o algún ronquido para dar un brusco rodillazo en respaldo de su asiento. Cuanto más brusco mejor. Cuando mire enfurecido hacia atrás, hay que esbozar una sonrisa y acompañarla de un “lo siento, es que los espacios son tan pequeños…”. La maniobra debe ser repetida cuantas veces sea necesario, recordando que el “reclinador” es un individuo que no merece compasión.

-El “aquí sufriendo”. Individuo polimórfico, puede adoptar diferentes aspectos y mostrarse como “enviador de puestas de sol”, “enviador de chuletones y mariscadas”, “enviador de ositos de buenas noches” (ya comentado en este blog), etc. No se deje engañar pensando que hay buena intención detrás de un “aquí sufriendo” (fuera de un sano contexto en el que se quiera compartir experiencias con los muy allegados); su finalidad es egoísta, es una declaración no solicitada de que “las cosas le van bien”. Una exhibición grotesca y pueril de la moderna tendencia a mostrar felicidad (la nueva mercancía de la sociedad del consumo y el marketing). El “aquí sufriendo” puede ser más (te manda directamente la foto al wasap) o menos (la pone en el “estado” del wasap) intrusivo. En el segundo caso basta con no mirar, pero en el primero hay que reaccionar de forma contundente. Recomiendo tener una buena puesta de sol a mano para contestar con inmediatez o, en el caso de ser asaltado con marisco o chuletones, escribir un somero mensaje del tipo… “ostras, parece un chuletón”.

-El “emisor de ruidos guturales en el gimnasio”. Este individuo (creo que generalmente es un varón, pero no me atrevo a asegurarlo, ya que no suelo visitar los vestuarios de mujeres) es particularmente repulsivo. Me ha ocurrido (en más de una ocasión) que, estando bajo la reconfortante ducha post-ejercicio, he sido maltratado por los atroces ruidos cavernosos procedentes de la hipofaringe del usuario del cubículo vecino. En una desesperada lucha por despejar sus vías aéreas (que, con repugnancia, imagino fructífera), el “gutural” lanza al aire espantosos sonidos, ajeno al asco que ello pueda provocar en las infortunadas personas que comparten el vestuario con él. Cuantas veces me ha ocurrido, no he podido evitar sentir compasión por la hipotética pareja que convive con el primate, pero después pienso que, si sigue con él, tal vez no merezca benevolencia. Mi receta personal, golpear la puerta del cubículo en el que se está duchando el “gutural” y decirle si necesita que le de unas palmadas en la espalda.

-El “animalista”. No me refiero a la persona que siente cariño por los animales, lo contrario podría ser hasta una anormalidad mental. Me refiero a quienes aman a los animales, pero desprecian a sus congéneres, de forma similar a la que una ultra-feminista no busca sólo la mejoría de la situación de las mujeres, sino la desgracia de los varones, o tal y como un ultra-nacionalista no sueña únicamente con la gloria de su terruño, sino con la ruina del vecino. Este tipo de “animalista” es un fanático y guarda muchas similitudes con el fanático religioso. Es, con toda probabilidad, el resultado de una vida con escasa ganancia de “emotrones” y se adivina en él (o en ella, aquí no veo diferencias entre sexos), un rencor motivado por la frustración. Como todo intransigente, es refractario a cualquier argumento racional, y sólo cabe una salida…huir.

-El “individuo-estatua de los pasos de cebra”. Generalmente anciano y varón, el “individuo-estatua de los pasos de cebra” se posiciona al borde de la acera sin intención alguna de atravesar la calle. Los conductores interpretan erróneamente que va a cruzar y clavan el freno hasta el fondo para evitar un previsible accidente, con riesgo de colisión con el coche que circula inmediatamente detrás, pero el anciano no se mueve, si acaso agita los brazos para indicar al conductor que siga. En las muchas ocasiones en las que esto me ha ocurrido, me he preguntado a qué se puede deber esa actitud. Si es la falta de prisa característica de las edades avanzadas, si es indecisión, si es que en un momento de la vida en el que hay que tomar pocas decisiones ésta cobra una particular relevancia… En fin, sea cual sea la razón, este fenotipo, a diferencia de los anteriores, no me enfurece, más bien me causa ternura. Mi consejo es este caso es…resignación.

Podría alargar esta lista, pero correría el riesgo de que se me pueda ver como un “gruñón”, así que dejo en manos de mis queridos y ocasionales lectores la posibilidad de vengarse de algún odioso fenotipo más.

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