Comedia/tragedia.
Creo haber mencionado anteriormente
que Mariano Ozores, el famoso director/productor, comentó en una ocasión que
todo el cine está en la siguiente escena: un tipo trajeado camina por la calle
con su maletín de ejecutivo, pisa la monda de un plátano y se cae con gran
estrépito. El 80% de los espectadores se reirá escandalosamente, el 15% se
preocupará de si el pobre hombre se ha fracturado algún hueso y el 5% especulará
sobre qué determinantes sociales han llevado a que alguien haya tirado
imprudentemente la monda al suelo. Comedia y tragedia. He disfrutado mucho
leyendo la última novela de Landero: “Una historia ridícula”, su personaje protagonista,
Marcial, está muy bien construido. El autor le dota de una forma propia de
expresión y de una suerte de filosofía que aplica a la vida corriente de forma
innegociable (al menos hasta que se enamora). El personaje es grotesco porque
sus reacciones son exageradas al estímulo que las desencadena y porque su forma
de entender la vida y de comportarse le alejan del resto de las personas. Pero
Landero aprovecha esa extravagancia para colarnos a los lectores alguna verdad
incómoda de una forma parecida a la verdad velada que los locos dicen a los
cuerdos. La filosofía personal de Marcial gira en torno a su convicción de que
la vida es Comedia y que la mayoría de las personas se comporta como un
comediante. Su reacción es de desprecio y distanciamiento. Y sobre esto me
apetece detenerme un poco.
¿En qué sentido la vida es Comedia? Esto
se puede interpretar de diferentes formas. La vida puede ser Comedia en el sentido
de que sea irreal, de que no exista una realidad objetiva y que lo que interpretamos
como realidad no sea más que una ilusión (la caverna platónica, Matrix, los cuentos
de Philip K. Dick…). Pero también se puede interpretar (y esto es lo que ahora
mismo me interesa desarrollar) como representación humana, como una serie de
convencionalismos y comportamientos que carecen de autenticidad, pero que
adoptamos porque buscamos aceptación en los demás o alguna ventaja competitiva.
Esta sería la razón de las “fotos-de-pies-en-la-playa” que se suben a las redes
sociales, de las sonrisas forzadas en los selfies, de las tontunas
conversaciones con los vecinos en el ascensor, de las hipócritas relaciones en
el trabajo, de la aceptación gustosa del consumismo absurdo, o del turismo
chorra de piscina y todoincluido.
¿Qué tipos de comediantes hay? Yo
creo que existen dos tipos de personas que asumen la Comedia. Al primero
podríamos llamarle “comediante ingenuo”. El “comediante ingenuo” nunca se ha
parado a reflexionar sobre la autenticidad de las relaciones humanas, las asume
de una forma natural y sólo cuando algo grave irrumpe en su vida causando un
considerable destrozo (los no comediantes saben que eso ocurrirá
inevitablemente antes o después), algo como una muerte, una traición, el fin de
un amor, una grave enfermedad, etc, despiertan de su cándido sueño para
encontrase de bruces con una caja de Prozac. Al segundo tipo podríamos llamarle
“comediante pragmático”. El “comediante pragmático” sabe perfectamente que la
vida es Comedia, pero decide (y no es una decisión absurda, ni mucho menos) que
le irá mejor si se comporta de acuerdo a la mayoría de sus semejantes. No cree,
pero hace como si creyera, y se vestirá de Papá Noel en Navidad, enviará unas
flores en San Valentín, le contará un chiste al vecino del tercero cuando coincidan
en el portal, fingirá horror cuando un terremoto siegue la vida de tres mil tailandeses,
defenderá con ahínco opiniones políticas que le traen sin cuidado pero que
están bien vistas, y será un pertinaz enviador de chuletones y “aquísufriendos”
al teléfono de sus amistades.
Pero nos queda el reducido porcentaje
de la anécdota de Ozores que no le ve la gracia al resbalón. Los objetores de
la Comedia. Aquellos que han descorrido el visillo y han visto más allá de las
apariencias. Esto es la clarividencia, y el mito de Casandra nos advierte de
que, más que una ventaja, puede ser una maldición. Y dentro de los objetores
hay grados. Algunos se rebelan por completo y se resigan a la soledad, o bien
se apartan de la vida social para poner su empeño en actividades extremas (que
pueden ser físicas como el montañismo o mentales como la investigación
científica). Pero otros, aún despreciando la Comedia, deciden que lo más sabio
es adaptarse, no como “comediantes pragmáticos”, hasta ahí podríamos llegar,
pero sí manteniendo una prudente distancia que se manifiesta en forma de ironía,
sarcasmo o punzante sentido del humor (Woody Allen sería un buen ejemplo de
esto). No irán a “todoincluidos”, ni se harán selfies extendiendo los brazos al
cielo, pero tampoco querrán compartir el triste destino de Marcial.
¿Se puede decidir entre las
diferentes opciones? Yo creo que la única elegible es la del “comediante
pragmático”, las demás representan formas de ser, algo que se tiene de serie y
que difícilmente se puede cambiar de forma consciente (aunque, sin duda, la
vida hará que un “comediante ingenuo” se transforme en objetor o en
pragmático). También creo que el acto de descorrer el visillo entraña el riego
de horror vacui, o de lo que yo llamo “vacío emotrónico”. Creo que, una
vez que la Comedia se hace consciente en una persona, ésta debe evitar caer en
el completo escepticismo, en el nihilismo. Y, desde mi punto de vista, sólo hay
dos cosas que merecen la pena: los proyectos y los afectos (los verdaderos, no
los que abundan en esas redes sociales que representan una Comedia dentro de la
Comedia). Busquen y encuentren.
Desde mi -bien conocido por ti- cassandrismo escéptico, diría que la vida, más que Comedia, es un "todoincluido", un parque temático, un crucero, donde las diferencias son el color de la pulsera, el fast pass o la categoría de la cubierta y por ahí circulan los instalados, los ambiciosos, los acomodaticios y los rompehuevos. Nadie es muy feliz aunque la felicidad sea el objetivo irrenunciable. Quizá la ironía y cierto estoicismo sean la única vía de escape, aunque es raro el que quiere escapar, por el temor atávico a que en el vacío se masque la tragedia. Prefiero la otra acepción de la comedia, la humorística, cuando es lo bastante irónica y mordaz. Por más que diga Bloom que todo está en Shakespeare, realmente todo está en La vida de Brian.
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