Todo empieza en el epitelio.

 



A. era un hombre serio. Volcado en su profesión, había descuidado las relaciones sociales, especialmente con el sexo femenino. Lo había intentado, sí, pero cada una de sus citas se contaba por sonoros fracasos. No lograba sobrepasar el listón de la primera cena y el interés inicial que podía haber despertado se veía irremisiblemente transformado en conversaciones insulsas, furtivas miradas al móvil y, finalmente, en indisimulados bostezos. M. le gustaba especialmente. Ella se había interesado por sus investigaciones en el terreno del asma grave, demostrando un profundo conocimiento de una materia que era la pasión de su vida. Además, para qué negarlo, era una mujer atractiva, culta e irradiaba optimismo y simpatía. A. decidió que era un buen momento para pedir consejo a su mejor amigo:

-De verdad, no sé qué hacer. Ella me atrae mucho y me he dado cuenta de que le intereso. Quizás sea por mi trabajo, no lo sé, pero me gustaría pensar que hay algo más.

-¿La has invitado a cenar?

-Sí, el otro día.

-¿Y qué te ha dicho?

-Que estaría encantada en salir a cenar conmigo.

-Bueno, pues ya está. ¿O te crees que una mujer va a salir a cenar contigo solo por tus avances con el papel de los linfocitos reguladores en el asma grave?

-Pues…no lo sé. Quizás…

-¡Oye, tío! Parece que has nacido ayer… Si accede a salir a cenar contigo es porque realmente le interesas. Las mujeres no suelen perder el tiempo a lo tonto.

-Vale, no te quito la razón. El problema es que no sé muy bien cómo comportarme, tengo miedo a aburrirla, a que interprete que soy un tipo tedioso. Y si decido salirme de mi papel, de mi verdadero yo, no seré más que un farsante. Lo que es peor, ella no es tonta y se dará cuenta. Cuando me salgo del tema que domino (el asma) me siento inseguro y me refugio en asuntos banales…dime, por favor, qué harías en mi lugar. Tú eres un hombre con experiencia, con recursos…

-Pues chico, no me lo pones fácil…pero creo que tengo una solución. Habla de asma.

-¿Cómo dices? ¿Estás de broma? No creo que eso sea lo más adecuado para una cita íntima…ella querrá explorar mis valores, conocer mi sentido del humor…

-No digo que des una charla sobre la inmunología del asma. Lo que te estoy aconsejando es que uses tus conocimientos del asma en otros contextos. Verás…

Siguiendo la sugerencia de su amigo, A. eligió un restaurante discreto, clásico, sin ruidos, con un ambiente cálido y tranquilo. M. estaba especialmente guapa, lucía con elegancia un vestido negro que dejaba al descubierto sus hombros y espalda.  A. lo interpretó como un signo de buen pronóstico y se decidió a poner en práctica el plan que había elaborado cuidadosamente.

-Ya te dije que admiro tu trabajo, pero ahora, con este vino delicioso que has elegido, me siento incitada a saber más de la persona y dejar al científico a un lado.

-Claro, claro. Pregunta y te responderé con honestidad.

-Pues mira. Sé que eres un hombre tímido, y confieso que eso me gusta, me atrae… También creo, corrígeme si me equivoco, que no eres un experto en relaciones sentimentales, que estás muy metido en tu trabajo…

-Sí, perdona que te interrumpa. Tienes razón, pero es que yo creo que debo sentir algo especial para empezar una relación. Quizás sea un romántico estúpido, pero si no percibo una activación epitelial, algo que desencadene una cascada de estímulos, de reacciones cruzadas, algo que culmine en una explosión que me inflame… pues me echo atrás. Es como si mis receptores se internalizasen.

-Jajaja. Down-regulation, muy ingenioso... ¿Y dime, ahora sientes algo?

-No tengo ninguna duda. Calor y rubor. Del resto no hablo.

-Jajaja. Vale, vale, no es necesario. Pero supongo que no todo es fisiología, ¿verdad?

-No, ni mucho menos. Eso sólo es el principio. Por el mundo adelante hay muchas posibles dianas, quizás alguna incluso pueda provocar el estímulo inicial, pero yo creo que tiene que haber especificidad… objetivos comunes, y también rasgos sobre los que trabajar.

-¿Y cuáles serían esos “rasgos trabajables” según tú?

-Bueno, serían aspectos de relación sobre los que se puede actuar potenciándolos…la confianza, el respeto, la complicidad, aficiones compartidas…

-Has dicho que hay muchas potenciales dianas...¿Qué valoras tú en una mujer? ¿Eres como la mayoría de los tíos, que apenas se fijan en otra cosa que no sean tetas y culos?

-¡Por supuesto que no! Hace mucho que aprendí que la valoración debe ser multidimensional. Hay otras cosas, aparte de la belleza, que también deben ser tenidas en cuenta. Se debe hacer una consideración holística. 

-Bien, de acuerdo. Pero los dos somos científicos y sabemos que “lo epitelial” tiene un fin. A ver, listillo, ¿cómo se gestiona el largo plazo?

-Bien, yo creo que aquí debemos tener clara cuál es la “historia natural” del amor. Hay que saber adaptarse a cada momento y no perder el “control” de la situación. Hay que distinguir entre lo ideal y lo factible en cada caso. Ya sé que no es fácil, pero sí es posible.

M. dejó el vaso de vino en la mesa y clavó su mirada en los ojos de A.

-Definitivamente, me gusta este vino. Acabo de recordar que tengo una botella muy parecida en mi casa. ¿Qué te parece si la abrimos?

A. se arrodilló mentalmente delante de su amigo.

-Creo que sería un desperdicio no hacerlo. Pero dime… ¿realmente te ha convencido lo que he dicho esta noche o ya venías convencida de antemano?

A. sonrió.

-Digamos que no la has cagado…y, para serte sincera, tenía mis dudas. ¿Nos vamos? Invitas tú.


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