De la conversación como un arte.
Son muchos los
textos que se han ocupado de la conversación como una actividad humana
específica y esencial. En la Grecia clásica era una disciplina que se cultivaba
con esmero y grandes pensadores, como Sócrates, o el mismo Platón en el Banquete
(en la República prohibía este ejercicio a espíritus ineptos y mal
nacidos), decidieron transmitir sus conocimientos en forma de diálogo. Guardo
especial querencia por el ensayo de Montaigne. “El más fructífero y natural ejercicio de
nuestro espíritu es, a mi modo de ver, la conversación: encuentro su práctica
más agradable que ninguna otra acción de nuestra vida, por lo cual, si yo ahora
me viera en la necesidad de elegir, concedería perder la vista antes que el
oído o el habla.”. Y creo que mi aprecio nace de la autocrítica a la que el
mismo autor se somete. “Es la estupidez una característica detestable, pero no poderla
soportar, e irritarse y consumirse por ella, como a mí me ocurre, constituye
otra suerte de enfermedad, que poco se diferencia de aquella”. Apreciaba la
discusión, que se le contradijese si era con buenos argumentos (“mi fantasía se
contradice a sí misma con tanta frecuencia, que me da igual si otro la corrige”;
“la idea de la victoria me es indiferente”), pero se declaraba culpable de
elitismo. Seguiré el ejemplo de
Montaigne (“estando poco adoctrinado por los buenos ejemplos, me sirvo de los
malos, de los cuales la lección es frecuente y cotidiana”) exponiendo algunos
ejemplos de malos conversadores para tratar de no caer en ellos.
-El “Chapas”. Ya
he hablado con anterioridad de este perfil humano. No quiero repetirme, simplemente
diré que el “Chapas” no es un conversador, ya que no tiene en cuenta a la otra
mitad necesaria para que se establezca la conversación.
-El “Monologuista”.
Podríamos considerarlo un subtipo de “Chapas”, pero tiene sus peculiaridades. El
“Chapas” lo único que busca es un interlocutor a quien largarle el rollo que
improvisa o que ya lleva preparado. El “Monologuista” va más allá, quiere
reconocimiento. Su deseo es que se rían sus chistes (memorizados, no
espontáneos) o se aplaudan sus anécdotas (repetidas hasta la saciedad a lo
largo de los años). Trata de salir reforzado de cada conversación. No soporta
que otra persona sea centro de atención en un momento dado, interrumpe
constantemente y ve como competidores a aquellos que expresan opiniones
contrarias. Para él un diálogo es una suerte de competición de la que debe
salir victorioso. Es un agujero negro que absorbe toda la conversación hasta anularla
por completo. Si en una reunión surge un “Monologuista”, no habrá un libre y
relajado intercambio de pareceres o contraste de puntos de vista, lo mejor es
pretextar una excusa y largarse lo antes posible.
-El “Anticipador”.
Este personaje se caracteriza por prestar poca atención a lo que dicen sus
interlocutores, el discurso de los demás sólo le interesa si le permite
intercalar un comentario ingenioso. Por lo tanto, está más pendiente de qué
decir y en qué momento soltar su ocurrencia que en valorar o acompañar la
opinión ajena.
-El “Reiterativo”.
Este es un fenotipo monotema. Su tema puede ser su matrimonio, los hijos, el
fútbol o la política. Le da igual qué asunto haya surgido y se esté tratando en
ese momento, rápidamente tratará de desviarlo hacia la materia de su interés.
-El “Pasivo”. Es
un mero espectador, interviene rara vez, en muchos casos sólo si es interpelado
por alguien que desea que todo el mundo participe. No lo hace por timidez, por
miedo a meter la pata o por simple comodidad. En conversaciones de muchas
personas puede pasar desapercibido, pero en una conversación “a dos” convertirá
necesariamente a su interlocutor en un Monologuista.
-El “Colérico”. Este
individuo pierde el control de sus actos y su discurso. Pasa fácilmente de la
disputa dialéctica al grito, a los ademanes excesivos y, en ocasiones, al insulto.
Suele tratarse de personas fuertemente ideologizadas, fanáticas, que son
incapaces de contemplar formas de vivir o puntos de vista diferentes al suyo. Temas
como la religión o la política suelen despertar a los Coléricos que, en ese
momento, manifiestan su verdadera naturaleza.
Una conversación
agradable es una de las actividades más satisfactorias de la vida ordinaria. Para
que lo sea, todos los participantes deben sentirse cómodos y contribuir con sus
opiniones. Quizás sería prudente, como se hace en los medios de comunicación o
en los congresos médicos, nombrar un moderador que mantuviese a raya a los
Monologuistas y estimulase la contribución de todos los conversadores. En lo
que a mí respecta, trataré de seguir el ejemplo del maestro para, al identificar los
vicios de los demás, corregir los propios.
He tenido la suerte de escuchar a mi amigo y doctor preferido, como gestaba la idea de publicar este último relato. Estábamos desayunando juntos, hablando sobre las cosas de la vida que nos hacen disfrutar: a él Atlético de Madrid, la ruta de los faros de la Costa da Morte, etc.., y a mi el turismo en general, disfrutar la comida, mi vestido blanco y negro, y mis botas altas rojas... Es un placer escucharle hablar, tiene mucha imaginación, por eso publica estos relatos tan interesantes. Yo solo le llamo Alejandro, es mi nombre preferido, mi hijo también se llama igual. Y aunque hemos tenido alguna diferencia de pensamiento e ideas en nuestros diálogos.., para mi es una persona muy íntegra!. Un abrazo de tu amiga.
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