La pandemia del virus SMQ

 

Vivo desde hace tiempo horrorizado por la rápida e imparable expansión del virus SMQ, que causa el temible síndrome del médico quejumbroso. Este virus, que se transmite por vías tan variopintas como la visual y la auditiva, induce en el médico un estado de extrema apatía que desemboca en victimismo, prolongadas bajas, reducciones de jornada, libranzas diferidas, liberaciones sindicales y ausencia de cualquier interés por los pacientes o por la ciencia. No hace mucho, he tenido la oportunidad de leer las declaraciones de una de las afectadas, la intensivista Tamara Contreras, en referencia a las guardias: «Yo soy de las tomadoras (de benzodiacepinas). Me muero y no me puedo dormir. Y entonces después me tomo un café para ir al cumpleaños de la amiga de mis hijas. Ruego que nos escuchen». El cumpleaños de la amiga de sus hijas en peligro… la llamada a la misericordia… una verdadera tragedia. Otra intensivista (o la misma, no lo puedo asegurar), narraba el El Mundo su estremecedora experiencia, una guardia en la que tuvo que remontar el shock de un politraumatizado de 25 años a las cinco de la madrugada. Al día siguiente, al llegar a casa, su hijita le preguntó “mamá, ¿por qué estás siempre tan cansada?”. Cada vez que recuerdo estas declaraciones, no puedo evitar enjuagar unas lágrimas. Casualmente, estuve casado con una intensivista que crió tres hijos que se llevan un año de diferencia, no faltó un solo día a trabajar y jamás se quejó por nada relacionado con su oficio. Además, fue a los cumpleaños. Es evidente que esa mujer tiene un título muy alto de anticuerpos contra el SMQ.

Ironía aparte, y asumiendo el riesgo de ser tachado de pesado y reiterativo, el sistema público de salud español está herido de muerte. Médicos que se ausentan de una guardia por dolor de garganta o por una salpicadura de aceite, bajas masivas, puestos de trabajo en centros de salud o en hospitales comarcales sin cubrir, medias jornadas para cuidado de hijos o mayores (en la otra media muchos se van a trabajar a un centro privado para hacer pasta…), etc, la lista sería interminable. Un ejemplo real. Hace no mucho, en el Hospital de la Costa de Lugo, ocuparon su plaza por oposición ciertos internistas que, ipso facto, “cogieron la baja”. La solución fue que otros médicos del hospital de Lugo tuvieron que ir a hacer las guardias que quedaron vacantes. Mientras, en su casa, los bajistas puntuaban el triple que aquellos que acudieron a hacer su trabajo. ¿Qué clase de persona puede hacer algo así? ¿Cómo es posible ese desprecio por su responsabilidad y por sus compañeros? ¿En qué momento se les olvidó lo que significa ser médico? Me viene a la memoria un amigo de 97 años que fue cirujano toda la vida. “Luis, yo fui feliz con mi trabajo. Me gustaba más estar en el quirófano que en el cine” (el cine era el entretenimiento más habitual de la época, mucho antes del desembarco de Netflix). Ser médico, parece mentira que haya que recordarlo, es compromiso con los pacientes, dedicación a su cuidado y pasión por el oficio. La bata blanca pesa. Es una profesión dura, no cabe duda, que exige un esfuerzo permanente para mejorar y que te enfrenta diariamente al sufrimiento de las personas y a situaciones verdaderamente trágicas (mucho más que la ausencia a un cumpleaños en una piscina de bolas). Es una vocación de servicio, y para eso no vale cualquiera. Y lo siento, pero los afectados por el virus SMQ no valen para médicos.

Dado que todo esto no es más que otro síntoma de la decadencia social que vivimos (los médicos reproducen la conducta de los demás ciudadanos, aunque deberían ser diferentes), la solución no es sencilla. ¿Qué creo yo que se debería hacer? Exactamente lo contrario de lo que se está haciendo.

-Se deben premiar el mérito y el compromiso de alguna forma. Si se paga y se califica igual la actuación de un médico excelente que la de un médico bajista, se está promoviendo un refuerzo para la desidia. Puede ser dinero, puede ser un premio puntual, pueden ser mejores calificaciones para una oposición… Lo que sea, pero el mensaje debe quedar claro: sabemos que algunas personas son meritorias y otras no. Y lo tenemos en cuenta.

-Hay que acabar de alguna forma con las bajas repetidas. Descuentos en el sueldo, freno a la promoción profesional… lo que sea. Curiosamente, lo que se está promoviendo es la “autobaja”. A los pobrecitos bajistas hay que facilitarles las cosas...

-Hay que desescalar (uso este palabro político) los llamados “derechos sociales”. Díganme si, por ejemplo, las medidas para mejorar la natalidad han tenido algún efecto, aquí o en cualquier otro país occidental que sufra el mismo problema demográfico. El único efecto conocido es la proliferación de perros y mascotas varias. No digo que se deban suprimir permisos de maternidad/paternidad, pero sí que se deben moderar. Cuando entran en conflicto dos derechos: el del médico y el del paciente a ser atendido, yo tengo muy claro de qué parte me pongo. 

-Hay que abrir el paso a especialistas extranjeros, principalmente latinos, que no tendrán la barrera del idioma. A ellos no les importará ocupar los puestos que los “nacionales” desechan despectivamente (comarcales, centros de salud…). ¿Qué hay dudas sobre su cualificación? Muy bien, se establece un “año MIR” con supervisión en un centro público para obtener el título homologado.

Los médicos SMQ se privan de algo que pocos oficios pueden ofrecer: el orgullo de servir a los ciudadanos en situaciones muy dolorosas para ellos. La bata blanca bien llevada es la mejor benzodiacepina para la depresión y para la blandenguería que asola la sociedad española.

 


Comentarios

  1. Me sorprende muchísimo su artículo porque muchos pensamos igual, pero es una rara avis. Enhorabuena.

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  2. Soy médico especialista de los que ha cogido una sola baja en 15 años (y obligado por tener COVID), y debo decir que he sentido profundas náuseas al leer este artículo. Escrito por el típico jefe negrero y abusón que prohíbe a sus residentes irse a descansar después de 24h de trabajo ininterrumpido, mientras se va a su casa en cuanto puede. He conocido varios jefes así en mi carrera, de los de "a dios rogando, y con el mazo dando".

    Un artículo lamentable lleno de injusticias y propuestas para cometer abusos laborales contra nuestro colectivo, lleno de odio y faltas de respeto hacia los médicos disfrazado de falsa vocación médica.

    No voy a entrar a rebatir sus cavernícolas argumentos. Sí que le voy a desear que nunca jamás llegue usted a tener un cargo de poder más allá del que ya tiene, porque pobres los trabajadores que estén a su cargo.
    Aunque mucho me temo que es usted la típica persona que llega lejos en política. Así nos va.

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  3. Leo: "un estado de extrema apatía que desemboca en victimismo, prolongadas bajas, reducciones de jornada, libranzas diferidas, liberaciones sindicales y ausencia de cualquier interés por los pacientes o por la ciencia"... Siento profundamente leer esto, que no dudo que sea cierto en su entorno, ya que carezco de la información para rebatirlo, pero por suerte no es ni de lejos parecido al mío.
    Si la sanidad pública está herida de muerte no es por los profesionales, alguno habrá reprobable como en toda actividad humana, sino por aquellos que la gestionan y llevan años sin invertir lo necesario ni promocionar a los profesionales. Si la sanidad pública no ha cerrado, es gracias a los profesionales que como yo y todos mis compañeros (médicos, enfermeras, auxiliares, camilleros, limpiadoras) creemos en ella y suplimos con nuestro esfuerzo y vocación las precariedades del sistema. Cuando escribo esto, mi compañero jefe de sección en Urgencias (Cap Clinic) está realizando su guardia con fiebre.
    Lo repito, siento la realidad que usted vive, es muy triste, pero me parece que hacer al médico centro de las carencias de la sanidad pública es buscar 5 minutos de notoriedad "disparando al pianista".

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  4. Estuviste casado, hablas en pasado, hablas de tu amigo el cirujano que prefería estar en quirófano antes que en el cine, seguro que si tuvo familia está estará súper contenta. El trabajo es trabajo, soy médico, he ido a trabajar mil veces estando malo por responsabilidad. Pero antes que médico soy padre, esposo, amigo, hijo. Soy persona. Y para mí mi familia es más importante que cualquier paciente o que cualquier sistema sanitario y por supuesto más importante que jefes como usted que dilapidaron su vida en post de la medicina y esperan que todos sean igual de pringados que usted. Gente como usted sobra,si para usted la medicina es lo más importante en el mundo pues jodase la vida usted solo, para mí seguirá siendo un trabajo, como si fuese ingeniero,abogado o camarero. Tendrá muchos años, pero no tiene ni puñetera idea de lo que es la vida

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  5. El personaje que escribe este artículo está claro que solo quiere médicos latinos a los que explotar recortando o directamente prohibiéndoles sus derechos laborales sin que puedan rechistar. Cuando yo era residente, mi jefe le decía a mis compañeras residentes cuando empezaban que estaba prohibido quedarse embarazadas durante la residencia. Mientras, él estaba todos los días en su casa 1 hora antes del fin de la jornada laboral, como mínimo.

    Por suerte todos estos lamentables personajes se van jubilando y ya quedan pocos como usted.

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  6. Hago mías las palabras de los compañeros que le contestan. Su artículo es una sarta de estupideces repletas de rabia y frustración. Detrás de la "vocación" que dice faltar en los demás profesionales acecha un discurso cargado de prepotencia, soberbia e ignorancia, además de una falta de humanidad sonrojante. Tendrá vocación, pero le faltan conocimientos acerca de lo que habla, reflexión, empatía, y le sobra autoritarismo. Su discurso manipulador "revuelvo las aguas para que parezcan profundas" no es propio de un hombre de ciencia. Hay más cosas, pero dejémoslo estar. Una pena tener a alguien así en nuestra profesión

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