Los gemelos oncológicos (y tres)
Tenía prisa por largarme de allí, la compañía de ese tipo me disgustaba, y ese disgusto se manifestaba con desagradables sensaciones físicas, algo parecido a una marea nauseosa que me costó contener. Su olor personal, su desaliño, sus ademanes chulescos, el tono burlón de su voz…todo ello traducía resentimiento hacia mí y hacia los que son como yo, personas que han alcanzado un estatus social a base de esfuerzo y mérito. El típico resentimiento de clase de quien no ha logrado sacar la cabeza de la mediocridad, quien ha visto una y otra vez, a lo largo y ancho de su vida, como otros se llevaban las mejores calificaciones, los mejores trabajos y las mujeres más atractivas. Un tipo cuyo mundo ideal sería el regido por un gobierno comunista que aupase a las clases desfavorecidas, a los que fueron perdedores en las aulas, que le encaramase a un puesto de responsabilidad que le permitiese segar a los meritorios, a los mejores, a los que le habían superado en deportes y en matemáticas, ...